Contabiliza, no las veces que haces el bien,
sino aquello que pudiste llevar a término
y se quedó en el simple promesa.
Nadie lo hará por ti.
Utiliza la oración, no como una excusa,
sino como un crecimiento personal y de encuentro
esperado con Dios. Te dará fuerza para seguir adelante
y celebrar la Pascua con intensidad.
Abre tus manos al que te puede necesitar y,
no olvides a Dios, para no cansarte y tenerlas
siempre abiertas. No te quedes sólo en la tierra…
mira hacia el cielo. Es el mensaje de la cruz.
Rechaza y aléjate de aquello que te obliga a vivir
distante de Dios y de los que te rodean.
No es malo renunciar a algo cuando ello
nos puede ayudar a superarnos a nosotros
mismos y no caer en errores pasados.
Estate atento a la línea divisoria del bien y del mal,
de la vida y de la muerte, de los auténticos valores
y de aquellos otros que vienen disfrazados.
En el futuro verás que el mundo necesitará
de modelos de referencia. Uno de ellos,
tal vez, puedas ser tú. No es malo ser tentado....
lo malo es ceder.
Sorprende a la gente que te rodea con tu comprensión
y por tu austeridad. La cuaresma, entre otras cosas,
nos invita a ser más auténticos mirándonos
en el espejo de Jesús. La Palabra de Dios te ayudará.
Mide tus palabras, medita tus acciones, valora
y alimenta tu fe. Creer y esperar en Cristo
no es lo mismo que ser bautizado.
Como, no tiene sentido, ser socio de un club
deportivo y no asistir nunca a ningún partido.
La Pascua necesita personas que se asomen
al sepulcro vacío, vean, crean y den testimonio de ello.
Anda por las sendas de la justicia y de la verdad,
de la alegría y de la esperanza. Cuando salgan
a tu encuentro pruebas y zancadillas (que vendrán)
encontrarás un antídoto eficaz para hacerles
frente: la cruz del Señor.
P. Javier Leoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario