lunes, 24 de abril de 2017




LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
LUNES 24 DE ABRIL DE 2017
SEGUNDA SEMANA DE PASCUA


Hech 4,23-31; Sal 2; Jn 3,1-8

ANTÍFONA DE ENTRADA Rm 6, 9

Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no morirá nunca. La muerte ya no tiene dominio sobre él. Aleluya.

ORACIÓN COLECTA

Te pedimos, Dios todopoderoso, que, renovados por los auxilios pascuales que nos han librado de la herencia del pecado, adquiramos la belleza del Creador celestial. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Se pusieron a orar y quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaron la palabra de Dios con valentía.

Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 4, 23-31

En aquellos días, tan pronto como Pedro y Juan quedaron en libertad, volvieron a donde estaban sus compañeros y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. Al oír esto, todos juntos clamaron a Dios, diciendo:
"Señor, tú has creado el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contiene; por medio del Espíritu Santo y por boca de tu siervo David, nuestro padre, dijiste: ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen planes torpes? Se sublevaron los reyes de la tierra y los príncipes se aliaron contra el Señor y contra su Mesías.
Esto fue lo que sucedió, cuando en esta ciudad se aliaron Herodes y Poncio Pilato con los paganos y el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, tu ungido, para que así se cumpliera lo que tu poder y tu providencia habían determinado que sucediera.
Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos anunciar tu palabra con toda valentía. Extiende tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios en el nombre de tu santo siervo, Jesús".
Al terminar la oración tembló el lugar donde estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu Santo y comenzaron a anunciar la palabra de Dios con valentía. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 2, 1-3. 4-6. 7-9

R/. Dichosos los que esperan en el Señor. Aleluya.

¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen planes torpes? Se sublevan los reyes de la tierra y los príncipes se alían contra el Señor y contra su Mesías, diciendo: "Rompamos sus cadenas, sacudamos sus ataduras". R/.
El que vive en el cielo sonríe; desde lo alto, el Señor se ríe de ellos. Después les habla con ira y los espanta con su cólera: "Yo mismo lo he constituido como rey en Sión, mi monte santo". R/.
Anunciaré el decreto del Señor. He aquí lo que me dijo: "Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy. Te daré en herencia las naciones y como propiedad toda la tierra. Podrás gobernarlas con cetro de hierro, y despedazarlas como jarros". R/.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Col 3, 1
R/. Aleluya, aleluya.

Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. R/. Aleluya.

EVANGELIO

El que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios.

Del santo Evangelio según san Juan: 3,1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, hombre principal entre los judíos, que fue de noche a ver a Jesús y le dijo: "Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer las señales milagrosas que tú haces, si Dios no está con él".
Jesús le contestó: "Yo te aseguro que quien no renace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios". Nicodemo le preguntó: "¿Cómo puede nacer un hombre siendo ya viejo? ¿Acaso puede, por segunda vez, entrar en el vientre de su madre y volver a nacer?"
Le respondió Jesús: "Yo te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne, es carne; lo que nace del Espíritu, es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: 'Tienen que renacer de lo alto'. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así pasa con quien ha nacido del Espíritu". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Recibe, Señor, los dones que, jubilosa, tu Iglesia te presenta, y puesto que es a ti a quien debe su alegría, concédele también disfrutar de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Pascua, pp. 499-503 (500-504).

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 20, 19

Jesús se presentó en medio de sus discípulos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Dirige, Señor, tu mirada compasiva sobre tu pueblo, al que te has dignado renovar con estos misterios de vida eterna, y concédele llegar un día a la gloria incorruptible de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que te dignaste coronar con la palma del martirio a san Fidel de Sigmaringa, inflamando en tu amor para propagar la fe, concédenos, por su intercesión, que, arraigados en la caridad y unidos a él, merezcamos experimentar el poder de la resurrección de Cristo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

REFLEXION

Hech. 4, 23-31. Iglesia perseguida, amenazada para que no siga proclamando el Evangelio. Jesús ya lo había predicho: Los detendrán, los perseguirán, los arrastrarán a las sinagogas y cárceles, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi Nombre.
Aquel que ha aceptado pertenecer a la Iglesia de Cristo debe aceptar las consecuencias de su fe. No hemos recibido un espíritu de cobardía, sino al mismo Espíritu de Dios. Hemos de ser conscientes de que no vamos en nombre propio, sino enviados, acompañados y fortalecidos por el Señor para proclamar su Evangelio y para hacer llegar a todos el amor y la salvación de Dios.
Cuando la vida se nos complique a causa del anuncio del Evangelio hecho con las obras y con las palabras, reunámonos en Iglesia; pidamos al Señor que nos dé con mayor abundancia su Espíritu para que anunciemos el Evangelio todavía con mayor valentía a toda clase de personas: pecadores, pobres, ricos, gobernadores, gobernados.
Sólo con la Fuerza que nos viene de lo Alto será posible que la salvación llegue a todos, pues Dios quiere que todos se salven.
No tengamos miedo, el Señor está con nosotros; el que persevere hasta el fin se salvará, no sólo, sino acompañado por todos aquellos que, junto con el enviado, acepten creer en Jesús, Señor y Mesías, y se dejen conducir por su Espíritu.
 
Sal. 2. A este Jesús, al que ustedes han crucificado, Dios lo constituyó Señor y Mesías.
Muchos lo rechazaron, sin embargo no tenemos otro nombre en el que podamos alcanzar la salvación. Jesús, el Hijo amado del Padre, a pesar de que padeció y murió por nosotros, ahora vive y reina por los siglos de los siglos, sentado a la derecha del Trono de Dios.
Si Él quisiera podría despedazarnos como ha despedazado a la antigua serpiente o Satanás. Pero no; Él no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva. Por eso dejemos a un lado nuestras antiguas rebeldías para entrar a formar parte del Reino de Dios, y para que nos convirtamos en la herencia que el Padre Dios puso en manos de su Hijo para que no pierda nada de lo que se le ha confiado.
 
Jn. 3, 1-8. Después de que Jesús ha expulsado del templo todas las señales del antiguo sacrificio, y que ha indicado que en adelante el lugar de encuentro con Dios no es un lugar sino una Persona, y que esa es Él, nos habla acerca de la forma de unirnos a Él mediante la fe, el bautismo, y el Espíritu que se nos comunica para que seamos capaces de entrar en diálogo con Dios, de hacer nuestra su vida, y de manifestarla con valentía. Sólo así podremos dar culto a Dios en Espíritu y Verdad.
Muchos, como Nicodemo, profesan su fe en Jesús de modo timorato. Tienen una fe muy a oscuras, muy a escondidas. Tienen miedo a ser criticados, perseguidos, marginados o condenados a muerte a causa de su fe. Incluso, cuando acuden al culto, más por cumplir con una invitación social que por manifestar su fe, se comportan en el templo como si fuesen descreídos, aunque en el fondo, tal vez, dirijan a Dios la mejor de sus oraciones.
Creer en Cristo es todo un compromiso personal para dejarnos guiar por su Espíritu, que habita en nosotros y nos conduce, en fidelidad, no conforme a nuestros caprichos, sino conforme a la voluntad de Dios en nosotros.
Por eso el Señor nos pide que lo busquemos a Él para vivir comprometidos con Él, y no tanto por el interés de recibir de Él su ayuda, incluso alguna señal milagrosa.
Ojalá y no tanto queramos tener con nosotros las cosas de Dios, sino a Dios mismo, que es lo más importante; pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su vida?
Nacidos del Agua y del Espíritu hemos nacido de lo Alto para ser, en Cristo, hijos de Dios. A partir de ese momento ya no pertenecemos al reino del mal, sino al Reino de Dios; pero esto no es cuestión de probarlo con un papel expedido el día en que fuimos bautizados, sino con nuestras obras que, siendo consecuencia de nuestra unión con Cristo, han de manifestar que también nosotros venimos de Dios, por gracia del Señor.
En la Eucaristía entramos en una relación personal con el Resucitado. A partir de Ella nos convertimos en Testigos no sólo de lo que creemos, sino, especialmente, de Aquel en quien creemos.
A pesar de que muchos puedan oponerse a nuestro testimonio y despreciarnos, perseguirnos o acabar con nosotros, hemos de vivir contentos de padecerlo todo por el Nombre de Dios.
No tenemos otro espacio mas importante y sublime para nuestro encuentro con el Señor que la Eucaristía. A ella llegamos no temerosos, ni a hurtadillas, sino con la frente en alto y con el gran deseo de convertirnos en portadores del amor y de la salvación de Dios para nuestros hermanos.
La Iglesia debe ser testigo de un mundo nuevo, renovado en Cristo. No sólo lo proclama con sus palabras, sino con la vida y las obras de quienes son miembros de la misma.
El bautismo, que nos ha hecho uno con Cristo y mediante el cual la vida de Dios habita en nosotros, no puede ser como una luz que se esconda temerosa debajo de una vasija opaca, sino que se ha de colocar en un lugar desde donde pueda iluminar el camino de todos los que nos rodean; la Iglesia se convierte así en camino de esperanza para todos los pueblos.
En la Eucaristía el Señor nos sigue llenando de su Espíritu para que continuemos anunciando con valentía su Palabra, y para que nos dejemos guiar, no según nuestros planes y criterios, sino según los planes y criterios de Dios: Es el Espíritu de Dios quien nos llevará conforme al Plan de Amor y Salvación que Dios desea se cumpla en todos y en cada uno de nosotros.
El compromiso de haber renacido del Agua y del Espíritu nos hace pronunciar con toda libertad: Hágase en mí según tu Palabra, y nos debe hacer ir por los caminos del Espíritu.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, Aquella que es Bienaventurada por haber escuchado la Palabra de Dios y haberla puesto es práctica, la gracia de que nuestra fe no se nos quede escondida en nuestras cobardías, sino que la vivamos y testifiquemos en cualquier ambiente en que se desarrolle nuestra existencia. Amén.

Homilia catolica.-



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