domingo, 16 de abril de 2017




LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN  DEL SEÑOR 
(SOLEMNIDAD)
16 de Abril dr 2017

Hech 10,34.37-43; Col 3,1-4; Jn 20,1-9

ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Sal 138, 18. 5-6

He resucitado y estoy contigo, aleluya: has puesto tu mano sobre mí, aleluya: tu sabiduría ha sido maravillosa, aleluya, aleluya.

Se dice Gloria

ORACIÓN COLECTA

Señor Dios, que por medio de tu Unigénito, vencedor de la muerte, nos has abierto hoy las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos la solemnidad de la resurrección del Señor, resucitar también en la luz de la vida eterna, por la acción renovadora de tu Espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Hemos comido y bebido con Cristo resucitado.

Del libro de los Hechos de los Apóstoles: 10, 34.37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "Ya saben ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de cuanto él hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo, sino únicamente a los testigos que él, de antemano, había escogido: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de que resucitó de entre los muertos.
Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que cuantos creen en él reciben, por su medio, el perdón de los pecados". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 117, 1-2. 16ab-17. 22-23

R/. Este es el día del triunfo del Señor. Aleluya.

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, por tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: "Su misericordia es eterna". R/.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho. R/.
La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente. R/.

SEGUNDA LECTURA

Busquen los bienes del cielo, donde está Cristo.

De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses: 3,1-4

Hermanos: Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos, juntamente con él.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

O bien:

Tiren la antigua levadura, pues Cristo, nuestro cordero pascual ha sido inmolado.

De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios: 5, 6-8

Hermanos: ¿No saben ustedes que un poco de levadura hace fermentar toda la masa? Tiren la antigua levadura, para que sean ustedes una masa nueva, ya que son pan sin levadura, pues Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado.
Celebremos, pues, la fiesta de la Pascua, no con la antigua levadura, que es de vicio y maldad, sino con el pan sin levadura, que es de sinceridad y verdad.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

SECUENCIA

Sólo el día de hoy es obligatoria; durante la octava es opcional.


Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto e
l que es la Vida,
triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?

A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.

¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Cfr. 1Co 5, 7-8
R/. Aleluya, aleluya.

Cristo, nuestro cordero pascual, ha sido inmolado; celebremos, pues, la Pascua. R/.

EVANGELIO

Él debía resucitar de entre los muertos.

Del santo Evangelio según san Juan: 20, 1-9

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto".
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

O bien:

Ha resucitado e irá delante de ustedes a Galilea.

Del santo Evangelio según san Mateo: 28, 1-10

Transcurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: "No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: 'Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán'. Eso es todo".
Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: "No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

O bien, en la misas vespertinas del domingo:

Quédate con nosotros, porque ya es tarde.

Del santo Evangelio según san Lucas: 24, 13-35

El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: "¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?"
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?" Él les preguntó: "¿Qué cosa?" Ellos le respondieron: "Lo de Jesús el nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo. Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron".
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo estoy así entrara en su gloria?" Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!"
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: "De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón". Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.

ORACIÓN DE LOS FIELES

Llenos de gozo por la santa Resurrección del Señor, purificados nuestros sentimientos y renovado nuestro espíritu, supliquemos con insistencia al Señor, diciendo: Rey vencedor, escúchanos. R/. Rey vencedor, escúchanos.
A Cristo, que, con su gloriosa resurrección ha sido constituido Cabeza de la Iglesia, pidámosle que, por su amor, conceda gozo y exultación a todos los fieles que celebran su triunfo.
A Cristo, que, con su santa resurrección ha otorgado el perdón y la paz a los pecadores, supliquémosle que quienes han regresado al camino de la vida conserven íntegramente los dones que la misericordia del Padre les ha restituido.
A Cristo, que, con su gloriosa resurrección ha inaugurado la resurrección universal, pidámosle que alegre el corazón de los hombres que aún desconocen [los frutos de] su victoria y, con el anuncio evangélico, llene de gozo a todos los pueblos y naciones.
A Cristo, que, con su santa resurrección, ha colmado de alegría a los pueblos, los ha enriquecido con sus dones y ha hecho vibrar de gozo nuestros corazones, pidámosle que renueve la esperanza de los que sufren y lloran.
A Cristo, que, con su gloriosa resurrección, ha ale-grado al mundo entero, pidámosle que renueve nuestro espíritu y nos conceda la esperanza firme de compartir su triunfo y de resucitar con Él a una vida nueva.
Señor Jesucristo, que en el cielo eres glorificado por los ángeles y los santos y en la tierra eres enaltecido y adorado por tu Iglesia, en esta fiesta gloriosa de tu Resurrección te pedimos que escuches nuestras plegarias y extiendas tu diestra misericordiosa sobre este pueblo que tiene puesta toda su esperanza en tu resurrección. Tú, que vives y reinas, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Llenos de júbilo por el gozo pascual te ofrecemos, Señor, este sacrificio, mediante el cual admirablemente nace y se nutre tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de Pascua: El misterio pascual. (en este día) p. 499 (500).

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN 1 Co 5, 7-8

Cristo nuestro Cordero Pascual ha sido inmolado. Aleluya. Celebremos, pues, la Pascua, con el pan sin levadura, que es sinceridad y verdad. Aleluya.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Dios de bondad, protege paternalmente con amor incansable a tu Iglesia, para que renovada por los misterios pascuales, pueda llegar a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.

DESPEDIDA

Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Pueden ir en paz. Aleluya, aleluya.

R/. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.



REFLEXIÓN

 TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN

Por José María Martín OSA

1.- La mejor noticia: ¡Jesucristo ha resucitado! ¡Feliz Pascua de Resurrección! Estamos ya en el esplendor del gran Día de la Resurrección de Cristo. ¡Ha resucitado Cristo, el Señor! A pesar de la situación de pecado y muerte que existen en el mundo, hoy la Iglesia unida a su Señor proclama dichosa el gran misterio de la vuelta de Jesús a la vida, pero ahora indestructible y absolutamente gozosa. Dejémonos inundar por la gracia de este hecho que nos llena de esperanza segura y eficaz con la fe cristiana que hemos recibido en nuestro bautismo. La Resurrección de Jesús es la celebración cumbre y central de todo el Año Litúrgico que se renueva cada domingo. Es la verdad nuclear de nuestro cristianismo, como fundamento, contenido y raíz de nuestra fe, esperanza y caridad. Es el momento cumbre de la vida de Jesucristo y del plan de Dios Padre para salvar a los hombres muertos por el pecado.

2.- Vivir como personas resucitadas La Carta a los Colosenses nos anima a buscar los bienes de arriba, junto a Cristo. Tiene que cambiar nuestra opción fundamental de vida, plasmada en un proyecto concreto, en el que se note que tenemos nuevos planteamientos  y actitudes. Recibimos hoy la semilla y el comienzo de una vida totalmente nueva para todos los que creemos en Él. Ya no vale instalarnos en nuestro egoísmo, nuestro materialismo, nuestro orgullo, nuestra indiferencia. Cristo resucitó de entre los muertos y es el primero de todos los que por la fe habremos de resucitar con Él. Tiene que notarse en nuestros hechos. El transforma nuestra vida. Creemos en el Dios de la vida y eso nos hace cultivadores y guardianes, protectores de la vida y de la fraternidad. Así lo ha recordado el Papa Francisco: "Creer en la resurrección significa no resignarse a que el mundo siga adelante siempre de la misma manera. Celebrar la pascua es creer con toda la fuerza de nuestro corazón que Cristo sigue viviendo en medio de nosotros y que es capaz de transformarnos desde dentro para ayudarnos a construir el mundo y la vida que anhelamos, y que nos parece tan lejano".

3.-. Hoy renovamos nuestro bautismo. Por el bautismo hemos quedado injertados en la muerte y resurrección de Cristo. El tono bautismal de los domingos de Cuaresma nos ha llevado a renovarlo. La fe es el mayor don que hemos recibido. Hemos sido consagrados para ser “otro Cristo”. Es un honor ser sacerdote, profetas y reyes,  pero también un compromiso de vida. Las obras de misericordia que practiquemos con nuestros hermanos, especialmente los más débiles y desamparados… son formas de demostrar ese compromiso Cuando pedimos perdón o lo otorgamos a quienes nos han ofendido… eso es ser fieles a nuestro bautismo. Ser diligentes y comprometidos en nuestras responsabilidades de estado y cada día, también son formas de demostrar nuestro seguimiento de Jesucristo. Cuando nos privamos de algún gusto, una comodidad, un tiempo libre que dedicamos a otros, estamos poniendo en práctica nuestra consagración bautismal. Aceptar con paciencia, amor y generosa entrega nuestras enfermedades, pruebas y desamparos, son facetas de nuestra misteriosa resurrección. Demos testimonio de nuestra experiencia de Jesucristo como lo hizo Magdalena con Pedro y Juan y como hicieron ellos con todos: vieron, creyeron y testimoniaron que Cristo estaba vivo.

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 ¡QUÉ GRAN NOTICIA!

Por Javier Leoz

Se mantiene todavía encendido el rescoldo de la Vigilia Pascual: ya no hay muerto, sólo hay vida. No hay oscuridad, todo es luz. La gracia ha vencido al pecado y la libertad a la esclavitud. No es poesía ni bonitas palabras. Jesús nos ha dejado profundamente marcados a todos. Su paso no nos ha dejado indiferentes y, su resurrección, ha marcado también un hito en la historia de la humanidad. Ahora, esa humanidad, tiene oportunidad de engancharse a esa Buena Noticia que, además, nos pone en marcha hacia la fiesta celestial. ¡Aleluya! ¡Festejemos, acojamos y demos testimonio de esta Buena Nueva!

1.- Como Iglesia gozamos, cantamos y expresamos lo que sostiene la razón de ser de nuestro cristianismo: Cristo ha resucitado. Creemos, desde lo más hondo de nuestras entrañas y por los testimonios que nos han llegado hasta nosotros, que Jesús surge victorioso e invencible de la muerte. ¿Pero ya interesa al hombre de hoy deshacerse de ese gran enigma? ¿Busca respuestas o sólo pone sordina a esa situación que tarde o temprano llega?

El milagro de la Pascua es que, además de poner a la muerte en su sitio, Cristo nos traslada vida divina y eterna para todos. Eso es lo que hemos de transmitir, sea como sea, allá donde estemos los heraldos del evangelio y los cristianos que sabemos que nuestra fe no está fundamentada en la muerte sino en la vida resucitada de Cristo.

Hemos de dejar atrás los caminos penitenciales de la cuaresma. Ellos tenían como objetivo aligerarnos de aquellas cargas que nos impedían subir a la cima de la Pascua. Ahora, después de la cuaresma, estamos celebrando el fin de ella: el acontecimiento más extraordinario de Jesucristo a su paso por nosotros con su Resurrección.

2.- En medio de tantos motivos que tenemos para llorar o para el pesimismo la vida resucitada de Cristo nos trae una nueva primavera. El tronco viejo del mundo, al que nosotros estamos tan apegados, reverdece ahora y florece con otros aires: ¡Ha resucitado! ¿O es que las estructuras de nuestro mundo no necesitan un poco de alegría y de ilusión, de futuro y de coraje? El Domingo de Pascua nos invita a renacer con Aquel que ya ha renacido. Nos empuja a vivir ya desde el suelo para el cielo. La gloria de Jesús, al resucitar, será atraernos y llevarnos al encuentro definitivo con el Padre. ¡Aleluya, hermanos, por tan gran noticia!

3.- En el Domingo de Pascua, Jesús que ha jugado todo a una carta, gana la partida y lejos de hacerse con el triunfo para sí mismo lo pone a disposición de todos nosotros. ¿Cómo no recibir tal triunfo cuando, a penas, nos ha costado nada? ¿Cómo no agradecer a Jesús su sufrimiento, su madero, su sufrimiento o su muerte que nos redime de nuestra propia muerte?

¡Feliz Pascua de Resurrección hermanos! ¡Feliz y santa noticia! Ahora no nos importará morir un poco sabiendo lo mucho que nos espera. Ha resucitado el Señor y, su Palabra, se ha cumplido a pie de letra. Que todo ello sea nuestra fortaleza (la necesitamos), infunda en nuestros caminos la alegría (andamos muy escasos de ella), aliente nuestra esperanza (vivimos tan desasosegados) y contribuya a ser fieles en esta gran Verdad que la Iglesia, nuestros sacerdotes, nuestros padres, nuestros catequistas, religiosos, cofradías, hermandades y hasta la misma religiosidad popular nos han transmitido hasta el día de hoy: ¡Todo esto es porque Cristo ha resucitado! No lo olvidemos. ¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡Cristo ha resucitado!


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CONTEMPLEMOS LA GLORIA DEL SEÑOR JESÚS

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Es lógico que, en esta mañana se nos agolpen los recuerdos de anoche. La Vigilia es, siempre, una gran fiesta de luz y de oración. Hoy, sin embargo, esta “Misa del Día” nos ha podido parecer la celebración más como las otras misas de otros días. Las lecturas son menos –muchas menos— que en la Vigilia, y aunque destaca poderosísimamente el bello texto de la Secuencia, pues parece como si quedaran atrás esos relatos completos de la Pasión, como el Domingo de Ramos o el Jueves Santo, a las diez lecturas con sus correspondientes salmos de esta noche.

Y, sin embargo, la conmemoración de hoy tiene la importancia de abrir otro periodo prodigioso de nuestro quehacer de cristianos: el Tiempo Pascual. Este tiempo no refleja otra cosa— y no es poco— que aquel periodo de cincuenta días en los que Jesús dio sus últimas enseñanzas a los discípulos. Les preparaba para algo más definitivo que era la llegada del Espíritu Santo. Y desde luego para su marcha a los cielos.

2.- Pero para los discípulos, este Jesús que iba y venía, que aparecía y desparecía, no era el mismo. Era él. Pero no era igual. Su cuerpo glorificado, además de tener cualidades que desafiaban a nuestra “esclavitud” en el tiempo y el espacio, tenía otro aspecto. Sin duda, era el reflejo de la divinidad. Y al auspicio de ese brillo divino comenzaron a llamarle el Señor, el Señor Jesús. El término Señor sólo lo utilizaban los judíos para nombrar a Dios. Ya el prodigio de la Resurrección había quitado algunas –no todas— las escamas de los ojos de los discípulos. Se iba a operar, poco a poco, el milagro de su curación como ciegos de espíritu. Los ojos del corazón y de la mente se abrían a una nueva dimensión, impensable e increíble, pero que estaba ahí. Jesús había resucitado, pero ellos intuían que no era una vuelta a la vida con fecha de caducidad, como la nueva vida de Lázaro. Ese cuerpo glorioso que, aunque hasta cierto punto, les inquietaba, les añadía también una certeza de eternidad, jamás entrevista antes.

2.- El Evangelio de San Juan que hemos escuchado es una de las piezas más bellas del conjunto de los relatos evangélicos. Tiene mucho de lenguaje cinematográfico. El apóstol Juan, protagonista del relato de hoy, lo guardaba muy fresco en su memoria, no cabe la menor duda, ya que sería escrito muchos años, muchos años después, por él mismo, según la tradición. Pedro y Juan han escuchado a María Magdalena y salen corriendo hacia el sepulcro. Llega Juan antes. Corría más, era más joven. Pero no entra, tal vez por algún tipo de temor, o más probablemente por respeto a la jerarquía ya declarada y admitida de Pedro. Describe el evangelista la escena y la posición –vendas y sudario— de los elementos que había en la gruta. “Y vio y creyó”. Esa es la cuestión: la Resurrección como ingrediente total del afianzamiento de la fe en Cristo, como Hijo de Dios es lo que nos expresa Juan en su evangelio de hoy. Y es lo que, asimismo, nos debe quedar a nosotros, que hemos de contemplar la escena con los ojos del corazón, y abrirnos más de par en par a la fe en el Señor Jesús.

3.- El fragmento del capítulo 10 del Libro de los Hechos de los Apóstoles sitúa ya la escena mucho tiempo después. El Espíritu ya ha llegado y Pedro sale pujante a la predicación. Eso todavía no era posible en la mañana del primer día de la Semana, del domingo en que resucitó el Señor, pero está bien que se nos ofrezca como primera lectura de hoy, pues marca el final importante de este Tiempo Pascual que iniciamos hoy. La muerte en Cruz de Jesús, sirvió, por supuesto, para la redención de nuestras culpas, pero sin la Resurrección la fuerza de la Redención no se hubiera visto. Guardemos una alegre reverencia ante estos grandes misterios que se nos han presentado en estos días. Meditemos sobre ellos y esperemos: la gloria de Jesús un día llegará a nosotros mismos, a nuestros cuerpos el día de la Resurrección de todos.

www betania es.-

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