martes, 14 de junio de 2016

Santa Misa: martes 14 de junio de 2016 (de nazaret.tv)





LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
MARTES 14 DE JUNIO DE 2016
XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO.

1 R 21, 17-29; Sal 50; Mt 5,43-48

ANTÍFONA DE ENTRADA Jr 29, 11. 12. 14
 
Yo tengo designios de paz, no de aflicción, dice el Señor. Ustedes me invocarán y yo los escucharé y los libraré de la esclavitud donde quiera que se encuentren.
 
ORACIÓN COLECTA
 
Concédenos, Señor, Dios nuestro, alegrarnos siempre en tu servicio porque la profunda y verdadera alegría está en servirte siempre a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo...
 
LITURGIA DE LA PALABRA
 
PRIMERA LECTURA
 
Has hecho pecar a Israel.
 
Del primer libro de los Reyes: 21, 17-29
 
Después de la muerte de Nabot, el Señor le dirigió la palabra al profeta Elías y le dijo: "Levántate y ve al encuentro de Ajab, rey de Israel, que vive en Samaria. Se encuentra en la viña de Nabot, a donde ha ido para apropiársela. Dile lo siguiente: 'Esto dice el Señor: así que, además de asesinar, estás robando?' Dile también: `Por eso, dice el Señor, en el mismo lugar en que los perros han lamido la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu propia sangre' ".
Ajab le dijo a Elías: "¿Has vuelto a encontrarme, enemigo mío?" Le respondió Elías: "Sí, te he vuelto a encontrar. 'Porque te has prestado para hacer el mal ante mis ojos, dice el Señor, yo mismo voy a castigarte: voy a barrer a tu posteridad y a exterminar en Israel a todo varón de tu casa, libre o esclavo. Haré con tu casa lo que hice con la de Jeroboam, hijo de Nebat, y con la de Basá, hijo de Ajías, porque has provocado mi cólera y has hecho pecar a Israel. A los hijos de Ajab que mueran en la ciudad, los devorarán los perros; y a los que mueran en el campo, se los comerán los buitres'. También contra Jezabel ha hablado el Señor y ha dicho: 'Los perros devorarán a Jezabel en el campo de Yezrael' ". (Y es que en realidad no hubo otro que se prestara tanto como Ajab para hacer el mal ante los ojos del Señor, instigado por su esposa Jezabel. Su proceder fue abominable, porque adoró a los ídolos que habían hecho los amorreos, a quienes el Señor expulsó del país para dárselo a los hijos de Israel).
Cuando Ajab oyó estas palabras, desgarró sus vestiduras, se puso un vestido de sayal y ayunó; se acostaba con el sayal puesto y andaba cabizbajo. Entonces el Señor le habló al profeta Elías y le dijo: "¿Has visto cómo se ha humillado Ajab en mi presencia? Por eso, no lo castigaré a él durante su vida, pero en vida de su hijo castigaré a su casa".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
 
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 50, 3-4. 5-6a- 11-16
 
R/. Misericordia, Señor, hemos pecado.
 
Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados. R/.
Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo. R/.
Aleja de tu vista mis maldades y olvídate de todos mis pecados. Líbrame de la sangre, Dios, salvador mío, y aclamará mi lengua tu justicia. R/.
 
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Jn 13, 34
Aleluya, aleluya.
 
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R/.
 
EVANGELIO
 
Amen a sus enemigos.
 
Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 43-48
 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto".
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
 
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
 
Concédenos, Señor, que estas ofrendas que ponemos bajo tu mirada, nos obtengan la gracia de vivir entregados a tu servicio y nos alcancen, en recompensa, la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
 
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Sal 72, 28
 
Mi felicidad consiste en estar cerca de Dios y en poner sólo en él mis esperanzas.
 
O bien: Mc 11, 23-24
 
Cualquier cosa que pidan en la oración, crean ustedes que ya se la han concedido, y la obtendrán, dice el Señor.
 
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
 
Al recibir, Señor, el don de estos sagrados misterios, te suplicamos humildemente que lo que tu Hijo nos mandó celebrar en memoria suya, nos aproveche para crecer en nuestra caridad fraterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

REFLEXION

1Re. 21, 17-29. El Pecado es un mal intolerable en razón de que destruye en nosotros la vida, pues nos hace cortar nuestras relaciones con el Dios de la Vida y nos aleja de la Casa Paterna; porque nos hace perder nuestra relación fraterna con el prójimo y verlo como enemigo, a quien tratamos de eliminar para lograr nuestros intereses turbios o egoístas. Puesto que este mal no puede superarse sólo con nuestra voluntad, dañada por el pecado e inclinada al mal, Dios nos envió a su propio Hijo no sólo para el perdón de nuestros pecados, sino para que, quienes creamos en Él, en Él tengamos Vida eterna. Sin embargo, sabiendo que muchas veces el mal y nuestra propia concupiscencia están a la puerta, acechando como fieras que nos codician, el Señor, sabiendo que somos frágiles y que no podemos dominarlos por nosotros mismos, nos comunicó su Espíritu Santo, para que nos fortalezca y podamos dar testimonio firme, seguro y valiente, de una vida renovada en Cristo. A pesar de nuestras grandes miserias y pecados, volvamos a Dios con un corazón humillado y contrito. Y Él se llenará de celo por nosotros, nos perdonará y nos protegerá para conducirnos sanos y salvos a su Reino celestial.
 
Sal. 51 (50). El Rey David era un ungido del Señor. El Espíritu de Dios reposaba sobre él, como consagrado a Dios. Sin embargo, a causa de su crimen y pecado se hizo reo en la presencia de Dios; y, llamado a la conversión no se dejó dominar por la obstinación al pecado, sino que se humilló en la presencia del Señor y pidió perdón con humildad. El Señor se inclina, con gran amor y misericordia, ante el corazón arrepentido y humillado para lavarlo bien de todos sus delitos y purificarlo de sus pecados. Él no nos creó para condenarnos, sino para salvarnos. Sabiendo que, a pesar de estar consagrados a Dios por medio del Bautismo, muchas veces nos hemos alejado de Él haciendo el mal, Él quiere que estemos eternamente en su presencia, santos como Él es Santo. Dios, por medio de su Hijo, ha salido al encuentro del pecador para liberarlo del mal y llevarlo de retorno a la Casa Paterna. Aprovechemos la oportunidad que nos da nuestro Dios y Padre por medio de su Hijo Jesús.
 
Mt. 5, 43-48. El criterio para amar a nuestro prójimo, como hermano nuestro, es el amor con que el Padre Dios nos ha amado. Los que hemos sido hechos hijos suyos; los que hemos sido hechos de su linaje, debemos transparentar, desde nuestra propia vida, la Vida de Dios. El Padre Dios no sólo nos ofrece el perdón por medio del Misterio Pascual de su Hijo Jesús, sino que, a quienes retornamos a Él contritos y humillados, nos vuelve a amar como un Padre que no recuerda ya aquella maldad que, con lealtad, ha perdonado, pues quien al perdonar sigue recordando las faltas del perdonado, finalmente no ama en verdad a su prójimo. Orar por quienes nos persiguen es tanto como manifestar, desde nosotros, el amor que Dios tiene a todos y que no desea la muerte ni la condenación de alguna persona, sino que quiere que todos se conviertan y se salven. Proceder de esta manera será manifestar, desde nosotros, la perfección del amor de Dios. Esa es la Misión que se le ha encomendado a la Iglesia cuando se le envió a proclamar el Evangelio a todas las naciones para el perdón de los pecados y a bautizarlas para consagrarlas al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Acudimos a la Eucaristía porque reconocemos el gran amor que el Padre Dios nos tiene; porque siempre nos ha perdonado nuestros pecados; porque continúa llamándonos para que estemos con Él eternamente. Por eso le damos gracias mediante la celebración de la Eucaristía. Pero no sólo le damos gracias por este magnífico Don, sino que queremos hacerlo nuestro. Sabemos que, mientras continuamos nuestro camino por este mundo, seguimos siendo acosados por la maldad y por nuestra propia concupiscencia. Venimos ante el Señor para pedirle, con toda sinceridad, que no nos deje caer en la tentación y que nos libre del malo. Esta obra de salvación, y el llevarla a su perfección en nosotros, no es obra nuestra, sino la Obra de Dios en nosotros. Por eso venimos ante el Señor para que nos llene de su Gracia y de su Espíritu, y vayamos, así, a dar testimonio del amor que el Señor nos ha manifestado en esta Celebración Eucarística.
El amor hacia nuestros hermanos lo hemos de vivir tras las huellas de Cristo y bajo la inspiración del Espíritu Santo, que Dios ha infundido en nuestros corazones. Muchas veces somos víctimas de conciencias llenas de injusticias, de egoísmos, de desequilibrios causados por la riqueza o por el poder mal utilizados, o mal centrados en la vida de quienes los poseen. Muchas veces podrían querernos dominar sentimientos de odio, de venganza, de persecución y de muerte, queriendo dar cabida en nosotros a la antigua Ley del Talión: Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, moretón por moretón. Tal vez actuando bajo ese criterio lo único que lograríamos sería enrolarnos en una continua espiral de violencia, que terminaría dañándonos a todos. No olvidando que el llamado a la santidad es un llamado universal, no podemos excluir a alguien para que deje de verse beneficiado de la oferta de salvación que Dios hace a todos. Por eso a todos hemos de anunciar, con lealtad y con un amor sincero, el Evangelio de salvación. Y a quienes nos persigan debemos responderles con nuestro perdón, con nuestra capacidad de un diálogo fraterno, con nuestra oración sincera por ellos, para que también ellos se encuentren con el Señor, retornen al camino del bien, dejen de hacer el mal y, juntos, construyamos ya desde ahora, el Reino de Dios entre nosotros, hasta que, juntos como hermanos, disfrutemos de él eternamente.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia no sólo de hacer el bien a todos, sino de amar a nuestro prójimo en la misma forma como Dios nos ha amado a nosotros. Amén.

Homilia catolica.-

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