miércoles, 8 de junio de 2016

Palabra de Dios diaria.: LECTURAS DEL MIÉRCOLES X DEL T. ORDINARIO 8 DE JUN...

Palabra de Dios diaria.: LECTURAS DEL MIÉRCOLES X DEL T. ORDINARIO 8 DE JUN...: Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. ...MIERCOLES 08 DE JUNIO DE 2016

X SEMANA DEL T.O.

1 R 18, 20-39; Mt 5, 17-19

REFLEXIÓN

1Re. 18, 20-39. Hay muchas carencias en todos los niveles que afectan grandes sectores de la humanidad. La pobreza, el hambre, la pérdida de los valores auténticos de la humanidad, la falta de un verdadero testimonio de muchos de los que nos llamamos personas de fe, la desorientación de la juventud causada por la carencia de padres de familia bien formados y firmes en su amor, la inclinación hacia el hedonismo propiciada por muchos medios de comunicación social que se han casado con los poderosos para explotar a las clases más débiles.
Ante este torbellino de inestabilidad interna de la persona, se han levantado muchos profetas de vientos que mueven los corazones, ansiosos de encontrar solución a sus problemas, y les han llevado como se llevan las hojas secas, sin rumbo definido.
El Señor invita a su Iglesia a convertirse en una auténtica comunidad profética, que proclame el Nombre del Señor desde la experiencia personal que de Él debe haber tenido. La firmeza de nuestro seguimiento del Señor; nuestra vida consumida en el fuego del amor divino, que nos debe ayudar a santificar los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra existencia; nuestra entrega constante a favor del bien de aquellos que han sido azotados por la enfermedad, por la pobreza o por la injusticia, debe convertirse en el Signo del Amor de Dios que llegue a las personas de nuestro tiempo para convertirse en su opción fundamental, de tal forma que no sólo se reconozca a Dios como el verdadero Dios y Padre nuestro, sino para que, abandonados nuestros caminos de maldad, hagamos nuestra la Vida que Él nos ofrece en Cristo Jesús, y hagamos de nuestro mundo un signo del Reino de Dios entre nosotros, viviendo en un auténtico amor fraterno.
El Señor espera de su Iglesia una respuesta de amor fiel; de amor que se entregue a favor de los demás; de amor que santifique aún a costa de consumir la propia vida con tal de que todos reconozcan al Señor como a su Dios, y en Él encuentren la salvación y la vida eterna.
¿Aceptamos vivir conforme a este compromiso que se nos presenta de acuerdo a la fe que tenemos en el Dios verdadero?
 
Sal. 16 (15). La formación de las conciencias conforme al Evangelio de Cristo debe ser una prioridad en la acción catequética de la Iglesia.
No podemos heredar a los demás sólo bienes materiales. Mientras no nos preocupemos de que las nuevas generaciones cimienten su vida en los auténticos valores del Evangelio, estaremos propiciando una sociedad en el futuro más deteriorada de como nosotros la recibimos.
Aprendamos a no ser ocasión de escándalo o de tropiezo para los demás. Antes al contrario ayudémosles a realizarse plenamente en la verdad, en el amor, en la capacidad de trabajar por la paz, de tal forma que juntos podamos construir una sociedad más justa y más fraterna, que logre que el gozo y la alegría del Señor se hagan realidad ya desde ahora entre nosotros.
 
Mt. 5, 17-19. Nos hemos acostumbrado a ver, ya casi con naturalidad, las faltas en contra de los principios fundamentales de la familia y de la sociedad, que cometen muchos de los que se encuentran en el poder.
Poco a poco va surgiendo una sociedad, no inmoral sino amoral, que ya no tiene claro el sentido del bien y del mal. Estamos llegando a una sociedad permisiva, en la que ya no quiere juzgar uno mismo sus propias acciones. La New Age está creando una sociedad light, sin sustancia y sin sustento: todo es válido, en la medida en que te deje satisfecho, sin tener que relacionarte con alguien que coarte tu libertad (¿libertinaje?).
Se han encendido las luces rojas para que la Iglesia abra los ojos ante lo que muchos llaman el SIDA de la fe, pues la está afectando irremediablemente.
¿Cuáles son nuestras acciones para afianzar la fe de los que nos han sido confiados? ¿Cuál es nuestra capacidad de respuesta?
Recordemos que también es un quebrantamiento de la Ley, una traición a Dios y a nosotros mismos el no saber amar para convertirnos en una luz firme, segura para las gentes de nuestro tiempo.
No nos lamentemos de las desviaciones en que están cayendo las nuevas generaciones; lamentémonos más bien de quedarnos con los brazos cruzados mientras se derrumban los cimientos de la fe en muchos hermanos nuestros.
El Señor nos reúne en torno a la celebración Eucarística de su Misterio Pascual, mediante el cual Él nos ha dado nueva vida y nos participa de su Espíritu Santo.
¿Cuál es el motivo de nuestra alegría, de nuestra acción de gracias ante el Señor?
Él presenta la entrega de su propia vida para que seamos perdonados y hechos hijos de Dios. ¿Nosotros qué traemos? ¿Cuál es nuestra entrega a favor del bien de los demás, y cuáles son las obras con las que la respaldamos?
Ojalá y no vengamos sólo para pedirle al Señor que nos ayude en las cosas temporales.
No podemos aparentar postrarnos ante el Señor cuando en verdad nos hemos postrado ante los ídolos creados por nuestra imaginación, cual pueden ser el poder, los bienes materiales y económicos que deseamos compulsivamente, el desenfreno de nuestra concupiscencia. Ídolos de los que queremos hacer cómplice al mismo Dios, queriendo tranquilizar nuestra conciencia acudiendo a su presencia para hacérnoslo propicio, pero sin estar dispuestos a dejar nuestros caminos equivocados.
La Eucaristía es un compromiso para ser personas que, renovadas y revestidas de Cristo, caminen por la vida como aquellos que proclaman la Verdad, el Bien, el Amor como una entrega a favor de los demás, dejando a un lado aquellos caminos que nos hacían destruirnos unos a otros, o pisotear los derechos de las clases más desprotegidas.
El Señor nos pide que seamos fieles a su Ley, la Ley del Amor que no sólo nos ha de llevar a amar a Dios sobre todas las cosas, sino que nos debe llevar también a amar a nuestro prójimo, no como a nosotros mismos, sino en la misma medida del amor con que nosotros hemos sido amados por Cristo.
La Iglesia de Cristo debe convertirse en el camino seguro de todos hacia nuestra plena perfección en Aquel que nos creó a su imagen y semejanza, y que nos quiere como hijos en el Hijo, pues esta es la herencia, la vocación a la que hemos sido llamados como coherederos en Cristo Jesús.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber vivir como auténticos profetas de Cristo, proclamando su Nombre no como fruto sólo de nuestros estudios, sino como fruto de la experiencia personal del amor que Él nos ha tenido, de tal forma que construyamos cada día con mayor solidez y valentía el Reino de Dios, que ya desde ahora se ha de iniciar entre nosotros. Amén.

Homilia catolica.

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