viernes, 17 de junio de 2016

Palabra de Dios diaria.: LECTURAS DEL SÁBADO XI DEL T. ORDINARIO 18 DE JUNI...

Palabra de Dios diaria.: LECTURAS DEL SÁBADO XI DEL T. ORDINARIO 18 DE JUNI...: Les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán. RESPUESTAS DE FE S.D.A. SANTA JULIA...

REFLEXIÓN
2 Crón. 24, 17-25. A pesar de las infidelidades del Pueblo, Dios jamás lo abandonará, ni dejará de cumplirle las promesas que le hizo. Ojalá y no nos hagamos reos de la sangre derramada, desde el justo Abel, hasta la de Zacarías, asesinado entre el Altar y el Santuario.
No podemos negar nuestras propias infidelidades a nuestro Dios y Padre. Sin embargo el Señor jamás nos ha abandonado, sino que nos ha tendido la mano cuando le buscamos con un corazón sincero. Él no se olvida de que es nuestro Padre. Él no quiere castigarnos. Más bien Él espera que nos convirtamos y vivamos para Él en una continua alabanza a su Santo Nombre. En Cristo Jesús, su Hijo, hemos recibido el perdón y la gracia. Quienes aceptamos entrar en comunión de vida con Él no escuchamos sentencia de condenación, sino palabras de perdón y de disculpa ante el trono de Dios.
¿Aprovecharemos la gracia que Dios nos ofrece en su Hijo?
 
Sal. 89 (88). Lo que Dios da lo da de una vez y para siempre. Él jamás se arrepiente de sus promesas; Él cumplirá todo aquello en lo que empeñó su Palabra.
Dios nos ha llamado a la vida para que estemos con Él eternamente. A veces la vida se nos complica un poco o un mucho. Mas no por eso podemos pensar que Dios se ha olvidado de nosotros. Dios jamás nos retirará su favor, y siempre estará junto a nosotros como poderoso Salvador. Tratemos de vivir nuestro compromiso de fe con Él, de tal forma que en verdad podamos ser dignos de alcanzar los bienes eternos, como gracia de Dios y como término de nuestro camino tras las huellas del amor fiel de Jesucristo.
 
Mt. 6, 24-34. Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón. Si hemos optado por el Reino de Dios lo demás vendrá a nosotros por añadidura, viviremos en paz y sabremos que Dios protege a quienes le aman y le viven fieles.
Este texto de la Escritura no puede provocar en nosotros la flojera, haciéndonos pensar equivocadamente que, puesto que Dios es nuestro Padre, Él velará por nosotros y no dejará que muramos de hambre; y, por tanto, si hay pobres, no tenemos por qué preocuparnos de ellos, pues tienen un Padre del Cielo que vele por ellos mejor de como cuida a los pájaros del cielo y las flores del campo.
El Señor nos ha pedido que hagamos una opción fundamental por el Reino de los Cielos; y que, puestos a su servicio, no nos esclavicemos a lo pasajero de tal forma que embote nuestra mente y nuestro corazón, y nos impida amar con el compromiso de llegar incluso a quitarnos lo nuestro para vestir y alimentar a los que nada tienen.
Si conocemos a Dios es porque amamos a nuestro prójimo; quien no conoce a Dios no ama a su prójimo, porque Dios es amor; y en el amor hay más alegría en dar que en recibir.
Por tanto, hablar de Dios nos debe llevar a amar haciendo el bien a nuestro prójimo hasta dar la vida por Él; este es el lenguaje del verdadero cristiano; y no lo es el de aquel que para dar culto a Dios se pierde entre ceremonias cargadas de signos materiales, pero que ha perdido el sentido del amor al prójimo, especialmente de aquel que sufre azotado por la pobreza, por la enfermedad o por las esclavitudes nacidas del pecado.
En esta Eucaristía estamos siendo testigo de la fidelidad del Señor a la Alianza que ha sellado con nosotros por medio de su sangre. Él se ha puesto exclusivamente a nuestro servicio para que encontremos en Él la salvación, es decir, nuestra plena unión con Dios.
En Cristo Dios nos ha buscado para salvarnos, para reunirnos en un sólo pueblo que, como un sólo Cuerpo cuya Cabeza es el Señor, seamos como una continua ofrenda de alabanza tributada a su santo Nombre.
A pesar de nuestra fragilidad y de que continuamente nos seducen las cosas pasajeras, en el Señor encontramos la gracia suficiente que nos basta para que en nosotros se manifieste el poder salvador de Dios. Por eso no tememos ningún mal, pues el Señor, en verdad, está con nosotros.
Pero no basta con darle culto al Señor; no basta con tener conciencia de su poder salvador en nosotros; no basta con sabernos amados y protegidos por el Señor. Quien tiene esa experiencia de Él es porque el mismo Señor lo quiere convertir en un signo de su amor, de su bondad, de su misericordia, de su perdón, de su providencia para toda la humanidad, especialmente para los más desprotegidos. Quien contemple el sufrimiento o el dolor de muchos que padecen estas miserias y viva como hombre sin entrañas ante ellos, no puede decirse persona de fe y mucho menos decir que es hijo de Dios.
Peor es aquel que se convierte en causa de dolor y sufrimiento para los inocentes y desprotegidos.
Dios quiere que seamos signos de su amor, sin esclavitudes a lo pasajero, sin que seamos ocasión de escándalo para los demás, acumulando riquezas para nosotros mismos sin saber compartir, incluso, la propia vida con los demás haciéndoles siempre el bien, como Dios lo ha hecho en favor nuestro.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, la capacidad de amar como Él nos ha amado a nosotros. Amén.

Homilia catolica

No hay comentarios:

Publicar un comentario