sábado, 28 de mayo de 2016

Palabra de Dios diaria.: LECTURAS DEL SÁBADO VIII DEL T. ORDINARIO 28 DE MA...

Palabra de Dios diaria.: LECTURAS DEL SÁBADO VIII DEL T. ORDINARIO 28 DE MA...: Jesús les replicó: "Pues tampoco yo les diré con qué autoridad hago todo esto".  RESPUESTAS DE FE S.D.A. SAN GE...



REFLEXION:
Judas 17.20-25: Hoy leemos uno de los escritos más breves del NT: la carta de san Judas.
No sabemos con seguridad quién es su autor. No parece ser el apóstol san Judas. Tal vez sea Judas, el hermano de Santiago y por tanto primo de Jesús, el que sucedió a Santiago como responsable de la comunidad de Jerusalén. Lo que sí es seguro es que pertenece al tiempo inmediatamente después de los apóstoles.
La breve carta va dirigida, con términos muy duros, contra los gnósticos, que se metían a maestros en la comunidad, proclamando un espiritualismo que se demostraba falso, entre otras cosas por el libertinaje moral a que iba unido.
Leemos los versículos finales, en que el autor anima a los cristianos a mantenerse fieles en su fe, sin hacer caso de desviaciones. Por una parte se ve claramente que habla de las tres personas de la Trinidad: «Movidos por el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, aguardando a nuestro Señor Jesucristo». También parece como si hubiera querido reunir en un mismo programa de vida las tres virtudes teologales: «Continuando el edificio de vuestra santa fe... manteneos en el amor de Dios, aguardando a que Jesucristo os dé la vida eterna».
Cada generación cristiana necesita permanecer alerta ante los falsos maestros y los movimientos que no vienen del Espíritu de Dios. Por eso se tiene que mantener vigilante y ejercer con sabiduría el oportuno discernimiento, guiada por el magisterio de los que Cristo puso como pastores y responsables en la comunidad.
Haremos bien en escuchar a san Judas en su dinámico programa: seguir edificando sólidamente la fe, mantener el amor, dejarnos ganar por la esperanza, apoyarnos en Dios. que es «el único que puede preservaros de tropiezos y presentaros ante su gloria exultantes y sin mancha».
Es muy realista la consigna que da respecto a los vacilantes: «Algunos titubean: tened compasión de ellos; a unos, salvadlos arrancándolos del fuego; a otros, mostradles compasión pero con prudencia». En los tiempos que corremos, tan difíciles como los primeros, nos tenemos que ayudar unos a otros, apoyándonos ante las dificultades.
 
Marcos 11,27-33: La escena de hoy es continuación de la de ayer: ante el gesto profético de Jesús expulsando a los mercaderes y cambistas del Templo, las autoridades, alborotadas por un gesto tan provocativo, envían una delegación a pedirle cuentas de con qué autoridad lo ha hecho.
Jesús no les contesta, sino que a su vez les propone una pregunta. Cuando él ve que no hay fe, o que hay doblez en la pregunta, considera inútil dar argumentos. A veces se calla dignamente, como ante Caifás, Pilatos o Herodes. A veces contesta con un argumento ad hominem o planteando a su vez preguntas, como en el caso de la moneda del César. Jesús también sabe ser astuto y poner trampas a sus interlocutores, desenmascarando sus intenciones capciosas.
La pregunta de los jefes no era sincera. Sólo el Mesías, o quien viene con autoridad de Dios, podía tomar una actitud así, acompañada como está, además, de signos milagrosos que no pueden ser sino mesiánicos. Pero eso no lo admiten. Es inútil razonar con estas personas. Jesús no les va a dar el gusto de afirmar una cosa que no van a aceptar y que les daría motivos de acelerar su decisión de eliminarlo. Desde ahora se van a precipitar las cosas, con fuertes controversias que desembocarán en el proceso y la ejecución de Jesús.
Ante los gestos proféticos que también ahora se dan en el mundo y en la Iglesia, deberíamos afinar un poco más nuestra reacción.
Hay que saber discernir personal y comunitariamente, bajo la guía de los responsables de la comunidad, si los movimientos o las voces nuevas vienen o no del Espíritu. Pero no deberían ser los intereses personales o el orgullo o la pereza ante los cambios lo que motive nuestra decisión. Los jefes que interpelan a Jesús, llenos de autoridad ellos, llenos de sabiduría, rechazan ya de entrada toda explicación que les vaya a dar: ¿quién es éste para poner en tela de juicio nuestra manera de organizar las cosas del Templo? Cuando no nos interesa un mensaje, intentamos desautorizar al mensajero. Cuando un profeta nos interpela en una dirección que sacude nuestros hábitos mentales o nuestra comodidad o nuestros intereses, en lugar de preguntarnos si vendrá de Dios, nos dedicamos rápidamente a desprestigiar al profeta, para no tener que hacerle caso. A los judíos les pasó con el Bautista y luego con Jesús. A nosotros nos pasa siempre que en nuestro camino vemos u oímos voces proféticas que ponen en evidencia nuestra pereza y nuestros fallos, o nos estimulan hacia caminos más exigentes. Lo hacemos con mayor disimulo que los jefes de Jerusalén. Pero lo hacemos. Ignoramos al profeta. No nos damos por enterados de lo que Dios nos estaba queriendo decir. Luego no nos quejemos de la obstinación de los judíos.
 
J. Aldazabal
Enséñame Tus Caminos

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