lunes, 23 de mayo de 2016

Palabra de Dios diaria.: LECTURAS DEL MARTES VIII DEL T. ORDINARIO 24 DE MA...

Palabra de Dios diaria.: LECTURAS DEL MARTES VIII DEL T. ORDINARIO 24 DE MA...: Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte". RESPUESTAS DE FE S.D.A. ...

REFLEXIÓN: 1Pe. 1, 10-16. Aún los mismos ángeles están a la expectativa de la manifestación gloriosa de los hijos de Dios.

Nuestros antiguos padres vislumbraron, por medio del Espíritu de Cristo, que moraba en ellos, la gracia que nos estaba reservada a nosotros.

Ahora nosotros, que disfrutamos ya de la salvación que Dios nos ha ofrecido en su Hijo hecho uno de nosotros, debemos dejar a un lado nuestras pasiones desordenadas, y vivir con santidad y justicia; pues de lo contrario la obra salvadora de Dios en nosotros sería algo inútil.

Efectivamente: ¿de qué nos serviría incluso pasarnos largas horas en oración ante Dios, si después volvemos a nuestra vida ordinaria para continuar siendo unos malvados, unos injustos, unos viciosos o delincuentes?

Por eso vivamos vigilantes; y no nos limitemos a escuchar la Palabra de Dios, sino que procuremos ponerla en práctica, para que quienes nos gloriamos en ser la Iglesia de Cristo podamos convertirnos en un signo de su amor salvador para el mundo entero.



Sal. 98 (97). El Señor se ha manifestado como nuestro poderoso Salvador. Él ha venido a buscar y a salvar todo lo que se había perdido. Él ha venido a reunir a los hijos que había dispersado el pecado.

A través de su entrega por nosotros, los que creemos en Él haciendo nuestra la salvación que ofrece a todos, tenemos a Dios por Padre.

Por eso nosotros, llenos de buenas obras; guiados por el Espíritu de Dios y unidos fielmente a Cristo, nos hemos de convertir en un cántico nuevo al Señor, pues el cántico de maldad y de pecado habrá quedado atrás.

Dios, misericordioso y fiel, jamás se ha olvidado de nosotros. Él nos ama a pesar de que muchas veces nosotros nos alejamos de su presencia. Pero ahora, redimidos por Él y haciendo nuestra su salvación, nos hemos de convertir en el mejor testimonio, ante el mundo, del amor y de la lealtad del Señor para con todos. Sólo así nuestra misma vida se convertirá en un Evangelio viviente de salvación para todos.



Mc. 10, 28-31. Dejarlo todo por Cristo y por el Evangelio tendrá como recompensa el que Dios nos dé a manos llenas, no tanto bienes pasajeros sino la vida eterna.

Lástima que muchos podrían ser demasiado desprendidos, socorriendo a los demás pero con la intención del ciento por uno en esta vida, y olvidarse de la consecución de la vida eterna.

Recordemos que sólo somos administradores de los bienes de Dios. No podemos permitir que las cosas pasajeras se nos peguen.

No busquemos poseer bienes pasajeros. Busquemos a Dios; amarlo, servirlo, sentirnos amados por Él ha de ser lo único que nos interesa. ¿Será cierto?

¿Nuestra Eucaristía será grata a Dios?

Ojalá y vengamos a ella desprendidos de todo aquello que, atándonos a lo pasajero, se ha convertido en dios para nosotros.

Ojalá y seamos fieles a la Alianza de amor que el Señor ha sellado con nosotros.

Ojalá y nuestra Eucaristía se prolongue en una diversidad de formas de hacer el bien, de ayudar, de preocuparnos por el bien de nuestro prójimo.

Dios nos quiere a nosotros como ofrenda de suave aroma; y esto sólo se logrará cuando seamos capaces de amar.

Sólo el amor al Señor sobre todas las cosas, amor que nos asemeja a Él y nos hace mirar el sufrimiento de nuestro prójimo para aliviarlo, el pecado de quienes nos rodean para ayudarlos a levantarse, las ofensas incluso de quienes nos rechazan para perdonarlos, harán que Dios vuelva su mirada hacia nosotros y nos llame sus hijos amados, en quienes Él se complace.

Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de que en verdad el Espíritu de su Hijo esté con nosotros, y nos ayude a asemejarnos a Él para que, amando como Él nos ha amado, lleguemos a gozar, junto con Él, de su Gloria eternamente. Amén.



Homilia catolica

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