sábado, 5 de junio de 2010

EUCARISTIA Y CONVERSION

Primer Congreso Eucarístico de Maracaibo.
Segunda Ponencia.
"EUCARISTIA Y CONVERSION"
Exmo. Card. Bernard Francis Law,
Arcipreste de la Basílica Santa María la Mayor, Roma.
Fecha: Viernes, 25 de julio de 1997.


Fragmentos de la ponencia:

" La Nueva Evangelización que el Santo Padre urge a la Iglesia comienza en los corazones individuales de los creyentes. No podemos evangelizar a otros si nosotros mismos no estamos abiertos a la evangelización.

Cuando estamos abiertos a la evangelización entonces estamos abiertos a la conversión, porque evangelización y conversión significan lo mismo en nuestras vidas. Y si estamos abiertos a la conversión, entonces comprenderemos que nuestra vocación es ser santos.

Amados míos hay algunas tensiones en el iglesia contemporánea. Las hay en mi país y lo mismo, quizás, en vuestra nación, alguna que otra vez. A veces aparecen tensiones entre el magisterio y aquellos que están comprometidos ejercitarlo en la Iglesia y los teólogos.

Puede haber diferencia en como llevar a cabo el compromiso de la Iglesia de servicio a los pobres y de crear aquí una sociedad más justa.

Pueden surgir tensiones en los que se refieren a cómo la Iglesia ha de hacerse presente más eficazmente a todos aquellos que están marginados en la sociedad debido a la pobreza, falta de educación, el status que la sociedad les asigna como mujeres.

Mientras buscamos ser una comunidad de fe en servicio a la comunidad más amplia en esta búsqueda por la paz y justicia, nosotros serviremos eficazmente cuando más interiormente la llamada a la santidad.
Cuanto más luchemos por la santidad de nuestras vidas y todos juntos con una comunión de fe, esperanza y caridad.

Al testimoniar el amor de Cristo dentro de nosotros entonces estamos dando testimonio del hecho que el es el único y que no hay otro por el que nos venga la salvación; de esta manera damos testimonio del hecho que Él y el Padre son uno.

El maestro está aquí, el maestro está aquí y nos llama en Eucaristía, sobre todo nos llama en Eucaristía.

La Eucaristía es la fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia.

La Eucaristía no debe estar aislada de todo aquello que la Iglesia ha sido llamada sino que más bien todo lo que somos como creyentes individuales y como Iglesia ha de ser visto en relación con la Eucaristía.
Cuando pensamos en la Eucaristía las palabra de San Pablo deben grabarse en nuestros corazones: " Cada vez... que coméis este pan y bebéis de esta copa, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva. " (1 Cor 11,26) el Señor Jesús nos llama en la Eucaristía, en su sacrificio redentor, en su última manifestación del amor y misericordia del Padre y el dice: "venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré."

El nos renueva en su presencia. Está presente bajo la apariencia del pan y el vino. Está presente en nosotros. No es de extrañar que los Santos hayan crecido en cercanía a Dios cuando dejaron brotar fuera de sus corazones todo su amor al Señor presente en el sacramento bendito.

Hace unos meses el rector del seminario de la Archidiócesis de Boston me habló de un descubrimiento interesante que había hecho. Repasando el historial de todos los seminaristas de la diócesis encontró que un factor que aparecía con frecuencia era la relación con la parroquia en la que había períodos de adoración al Santísimo Sacramento. Es muy importante que leamos los signos de los tiempos. Uno de los signos de los tiempos en mi país, y quizás en el vuestro, es el redescubrimiento de la rica devoción de adorar al Señor en el Santísimo Sacramento.

Me dirijo a mis hermanos obispos y sacerdotes, me dirijo a todos ustedes mis amados en el Señor, y les urjo a que escuchen al Señor que les llama en el Santísimo Sacramento, que les llama desde el Sagrario.
Vengan, vengan y dediquen unos momentos de oración con él.

En el contexto y íntimo de la oración privada ante la Eucaristía, escuchen cómo les hice venir a mí todos los que están cansados agobiados que yo les aliviaré.

 El Señor nos llama en cada celebración de la Eucaristía. Nos invita en cada misa a que purifiquemos nuestras mentes y nuestros corazones en la confesión del pecado, abrir nuestros corazones para recibir su palabra, a ofrecernos en unión con el prefecto sacrificio que el hace de sí mismo el Padre, y finalmente el nos invita a comulgar con él y en él ser más plenamente unos en servidores a los otros y a todo el mundo en amor. Nuestra conversión encuentra su máxima expresión en la Eucaristía.

Volvernos a El es vivir su vida ofrecida en el pan y en el cáliz que su cuerpo y sangre, alma y divinidad. La llamada a la conversión no es simplemente la llamada a cambiar la vida personal de uno. Es una llamada de compromiso a traer a otros a la conversión.

La iglesia es esencialmente misionera y cada uno de nosotros ha de participar en la vocación misionera.

Hace 500 años hubo misioneros en una tierra lejana y viajaron a lo que Hoy es Venezuela. Nosotros somos herederos de su generosa respuesta a la llamada a aquélla. Hoy, tú y yo debemos escuchar aquella llamada y aplicar a los que están inmediatos a nuestro lado y a los que viven en todo el mundo. De modo especial somos responsables de aquellos católicos que no participan activamente de la vida de la Iglesia. Algunos de ellos han dejado la Iglesia porque no experimentaron dentro de nuestra comunión de fe la riqueza presente en ella. Por ejemplo, ¿cuántos hay que no llegan a comprende que la Biblia es el libro de la Iglesia? Para comprender en plenitud las sagradas escrituras es necesario acercarnos a la palabra de Dios en aquella fe plena de la Iglesia católica.

Hemos de leer la palabra de Dios a la luz de la fe de la Iglesia. Esta verdad es muy poco conocida en nuestros días. Es un escándalo que los católicos en tantos casos ignoren la palabra de Dios. La conversión de San Agustín se produjo cuando respondió las palabras: "toma el libro y lee, toma el libro y lee". Palabras que también debemos escuchar nosotros.

Escuchar al Señor que nos llama en la sagrada escritura. Debemos incorporar la palabra de Dios entendida en la Fe de la Iglesia dentro de la fibra más íntima de nuestra existencia. Martha susurró a su hermana María y no susurra nosotros "el maestro está aquí y te llama...” Tan pronto como María oyó estas palabras se levantó y se fue hacia Él, Que Dios nos conceda la gracia de hacer lo mismo. Que vamos a Él. "

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