viernes, 20 de mayo de 2011

MEDITEMOS



Las manos de Dios

Cuando observo el campo sin arar; cuando los aperos
de labranza están olvidados; cuando la tierra está
quebrada y abandonada me pregunto:
¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando observo la injusticia, la corrupción, el que explota
al débil; cuando veo al prepotente pedante enriquecerse
del ignorante y del pobre, del obrero, del campesino carente
de recursos para defender sus derechos, me pregunto:
¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando contemplo a esa anciana olvidada;
cuando su mirada es nostalgia y balbucea todavía
algunas palabras de amor por el hijo que la abandonó,
me pregunto:
¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando veo al moribundo en su agonía llena de dolor;
cuando observo a su pareja deseando no verle sufrir;
cuando el sufrimiento es intolerable y su lecho se convierte
en un grito de súplica de paz, me pregunto:
¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando miro a ese joven antes fuerte y decidido,
ahora embrutecido por la droga y el alcohol; cuando
veo  titubeante lo que antes era una inteligencia brillante
y ahora harapos sin rumbo ni destino, me pregunto:
¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando a esa chiquilla que debería soñar en fantasías,
la veo arrastrar su existencia y en su rostro se refleja ya
el hastío de vivir, y buscando sobrevivir se pinta la boca,
se ciñe el vestido y sale a vender su cuerpo, me pregunto:
¿dónde estarán las manos de Dios?

Cuando aquel pequeño a las tres de la madrugada
me ofrece su periódico, su miserable cajita de dulces
sin vender; cuando lo veo dormir en una puerta titiritando
de frío; cuando su mirada me reclama una caricia;
cuando lo veo sin esperanzas vagar con la única
compañía de un perro callejero, me pregunto:
¿dónde estarán las manos de Dios?

Y me enfrento a Él y le pregunto:
¿Dónde están tus manos, Señor?
Para luchar por la justicia, para dar una caricia,
un consuelo al abandonado, rescatar a la juventud
de las drogas, dar amor y ternura a los olvidados.

Después de un largo silencio escuché su voz
que me reclamó: "no te das cuenta que tú eres
mis manos, atrévete a usarlas para lo que fueron hechas,
para dar amor y alcanzar estrellas".

Y comprendí que las manos de Dios somos "Tú y Yo",
los que tenemos la voluntad, el conocimiento y el coraje
de luchar por un mundo más humano y justo, aquellos
cuyos ideales sean tan altos que no puedan dejar
de acudir a la llamada del destino, aquellos que desafiando
el dolor, la crítica y la blasfemia se retienen a sí mismos
para ser las manos de Dios.

Señor, ahora me doy cuenta que mis manos están
sin llenar, que no han dado lo que deberían de dar,
te pido ahora perdón por el amor que me diste
y no he sabido compartir, las debo usar para amar
y conquistar la grandeza de la creación.

El mundo necesita de esas manos llenas de ideales,
cuya obra magna sea contribuir día a día a forjar
una nueva civilización que busque valores superiores,
que compartan generosamente lo que Dios nos ha dado
y puedan llegar al final habiendo entregado todo con amor.
Y Dios seguramente dirá: ¡Esas son mis manos!


Fuente: celebrando la vida . com

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