domingo, 30 de marzo de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA LUNES 31 DE MARZO DE 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
LUNES 31 DE MARZO DE 2013
IV SEMANA DE CUARESMA / A

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 30, 7-8)
Yo tengo mi confianza en ti, Señor, yo gozaré y me alegraré porque has mirado con bondad mi desgracia y conoces mis angustias.

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que renuevas este mundo por medio de tus sacramentos, concede a tu Iglesia aprovechar estos signos misteriosos de tu presencia y asístela siempre en sus necesidades materiales. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Ya no se oirán gemidos ni llantos.

DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 65, 17-21

Esto dice el Señor: "Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; ya no recordaré lo pasado, lo olvidaré de corazón.
Se llenarán ustedes de gozo y de perpetua alegría por lo que voy a crear: Convertiré a Jerusalén en júbilo y a mi pueblo en alegría. Me alegraré por Jerusalén y me gozaré por mi pueblo. Ya no se oirán en ella gemidos ni llantos.
Ya no habrá niños que vivan pocos días, ni viejos que no colmen sus años y al que no los alcance se le tendrá por maldito. Construirán casas y vivirán en ellas, plantarán viñas y comerán sus frutos".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 29
R/. Te alabaré, Señor, eternamente.
Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste. R/.
Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo. R/.
Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente. R/.

ACLAMACIÓN (Cfr. Am 5, 14) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Busquen el bien y no el mal, para que vivan, y el Señor estará con ustedes. R/.


 Vete, tu hijo ya está sano 
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 4, 43-54

En aquel tiempo, Jesús salió de Samaria y se fue a Galilea. Jesús mismo había declarado que a ningún profeta se le honra en su propia patria. Cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que él había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían estado allí.
Volvió entonces a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía un hijo enfermo en Cafarnaúm. Al oír éste que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que fuera a curar a su hijo, que se estaba muriendo. Jesús le dijo: "Si no ven ustedes signos y prodigios, no creen". Pero el funcionario del rey insistió: "Señor, ven antes de que mi muchachito muera". Jesús le contestó: "Vete, tu hijo ya está sano".
Aquel hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Cuando iba llegando, sus criados le salieron al encuentro para decirle que su hijo ya estaba sano. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Le contestaron: "Ayer, a la una de la tarde, se le quitó la fiebre". El padre reconoció que a esa misma hora Jesús le había dicho: 'Tu hijo ya está sano', y creyó con todos los de su casa.
Éste fue el segundo signo que hizo Jesús al volver de Judea a Galilea. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Como fruto de este sacrificio que vamos a ofrecerte, líbranos, Señor, de la esclavitud de nuestros vicios y danos fortaleza para vivir de acuerdo con tu Evangelio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Cuaresma.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Ez 36, 27)
Infundiré mi espíritu en ustedes para que vivan según mis mandamientos y cumplan mi voluntad, dice el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que esta santa comunión, Señor, renueve y santifique nuestra vida y nos ayude a alcanzar los bienes eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.


HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO
“QUIEN TIENE FE CAMINA HACIA LAS PROMESAS DE DIOS, 
DE LO CONTRARIO ES UN TURISTA EXISTENCIAL”
 Lunes 31/03/2014

No vagabundear por la vida, incluida la del espíritu, sino ir derechos hacia la meta que para un cristiano quiere decir seguir las promesas de Dios, que jamás decepcionan. Es la enseñanza del Papa Francisco según las lecturas del día, y que explicó en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la Casa de Santa Marta.

Hay cristianos que se fían de las promesas de Dios y las siguen a lo largo de la vida. Hay otros cuya vida de fe se estanca y hay otros aún convencidos de progresar y que, en cambio, hacen sólo “turismo existencial”. El Papa hizo una distinción acerca de tres tipos de creyentes, que tienen el común denominador de saber que la vida cristiana es un itinerario, pero que son divergentes en el modo de recorrerlo o no recorrerlo de ninguna manera.

Ante todo, inspirándose en el pasaje de Isaías de la primera Lectura, Francisco explicó que Dios siempre “antes de pedir algo, promete”. Y añadió que su promesa es la de una vida nueva y la de una vida de “alegría”. Aquí, dijo, está “el fundamento principal de la virtud de la esperanza: confiar en las promesas de Dios” – sabiendo que Él jamás “decepciona” – puesto que la esencia de la vida cristiana es “caminar hacia las promesas”. Mientras después también están los cristianos que tienen “la tentación de detenerse”:

“¡Tantos cristianos detenidos! Tenemos tantos detrás que tienen una esperanza débil. Sí creen que existe el Cielo y que todo irá bien. Está bien que lo crean, ¡pero no lo buscan! Cumplen los mandamientos, los preceptos: todo, todo… Pero están detenidos. El Señor no puede hacer de ellos levadura en su pueblo, porque no caminan. Y esto es un problema: los detenidos. Después hay otros entre ellos y nosotros, que se equivocan de camino: todos nosotros algunas veces nos hemos equivocado de camino, esto lo sabemos. El problema no es equivocarse de camino; el problema es no regresar cuando uno se da cuenta de haberse equivocado”.

El modelo de quien cree y sigue lo que la fe le indica es el funcionario del rey descrito en el Evangelio, que pide a Jesús la curación de un hijo enfermo y no duda un instante en ponerse en camino hacia casa cuando el Maestro le asegura que la ha obtenido. Opuesto a este hombre, afirmó el Papa, es quizás, el grupo “más peligroso”, en el que están aquellos que “se engañan a sí mismos: los que caminan pero no hacen camino”:

“Son los cristianos errantes: giran, giran como si la vida fuera un turismo existencial, sin meta, sin tomar las promesas en serio. Aquellos que giran y se engañan, porque dicen: ‘¡Yo camino!’. No, tú no caminas: tú giras. Los errantes… En cambio, el Señor nos pide que no nos detengamos, que no nos equivoquemos de camino y que no giremos por la vida. Girar por la vida... Nos pide que miremos las promesas, que vayamos adelante con las promesas como ese hombre, como ese hombre: ¡ese hombre creyó en la palabra de Jesús! La fe nos pone en camino hacia las promesas. La fe en las promesas de Dios”.

“Nuestra condición de pecadores hace que nos equivoquemos de camino”, reconoció el Papa Francisco, si bien aseguró que: “El Señor nos da siempre la gracia de volver”:

“La Cuaresma es un tiempo hermoso para pensar si estoy en camino o si estoy demasiado quieto: conviértete. O si me he equivocado de camino: pero ve a confesarte y retoma el camino. O si soy un turista teologal, uno de estos que hacen el giro de la vida pero jamás dan un paso hacia adelante. Y pido al Señor la gracia de retomar el camino, de ponerme en camino, pero hacia las promesas”.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

FUENTE: RADIO VATICANO.

REFLEXIÓN

Is. 65, 17-21. He aquí que yo hago nuevas todas las cosas. Mediante el Misterio Pascual de Cristo, Dios llevó a su plenitud lo que hoy nos anuncia el Profeta Isaías. Dios no sólo nos ha perdonado nuestros pecados, sino que nos ha convertido en hijos suyos, haciéndonos participar de su mismo Espíritu, que nos capacita para que entremos en diálogo amoroso con Él y para que, día a día, vayamos siendo más perfectos como hijos suyos por nuestra unión, cada vez más íntima, a Jesús, su Hijo único e Hijo amado, en quien Él se complace. Puesto que nosotros nos hemos convertido en el pueblo en el que el Señor se goza, tratemos de permanecer fieles al amor que Él nos tiene. Que Él nos conceda vivir ya desde ahora con Él hasta lograr permanecer con Él eternamente, y no permita que nos convirtamos en malditos a causa de nuestras infidelidades.

Sal. 30 (29). Dios jamás olvidará, ni abandonará a sus hijos. Aún en medio de las grandes pruebas; aún en medio de las grandes persecuciones, Dios permanecerá siempre a nuestro lado, y jamás permitirá que nuestros enemigos se rían de nosotros. Confiemos en el Señor y Él nos salvará. Y aún cuando en algún momento pareciera como que somos vencidos, Dios hará que incluso nuestra muerte tenga sentido de salvación, pues tanto en vida como en muerte somos del Señor. Él hará que al final de nuestra existencia nos levantemos victoriosos, con la Victoria de Cristo, para gozar eternamente de su Glorificación. A Él sea dada toda alabanza, y todo honor y toda gloria ahora y por siempre.

Jn. 4, 43-54. Muchos, especialmente de su pueblo, rechazaron al Señor. Le amenazan de muerte y Él, pasando en medio de ellos, se aleja. Ojalá y no se aleje también de nosotros a causa de la dureza de nuestro corazón. Mejor algunos extranjeros llegaron a creer en Él. Hoy se nos habla de un funcionario real, que pide la curación de uno de sus muchachitos. Y ante la orden de que regresara a su casa porque su hijo ya estaba sano, ese hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. La fe, efectivamente, no sólo nos lleva a aceptar, con un asentimiento libre, las verdades reveladas por Dios, sino que nos pone en camino. Estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe, de tal forma que, junto con nosotros, muchos más puedan aceptar en su corazón, y no sólo en su mente, la salvación que nuestro Padre Dios nos ofrece en Jesús, su Hijo hecho uno de nosotros.
El Señor nos reúne en torno suyo en esta celebración, Memorial de su Pascua gloriosa. Él, para darnos un corazón nuevo y un Espíritu nuevo ha entregado su vida en la cruz. Toda creación de algo nuevo reporta sacrificio. Y nosotros no podemos recibir este don de Dios sólo tratando de disfrutarlo de un modo pasivo. El Señor nos comunica su Vida y su Espíritu para que, en su Nombre, vayamos contribuyendo, en medio de renuncias y sacrificios, a la construcción de un mundo renovado en Cristo, hasta convertirlo en un signo del Reino de Dios entre nosotros. Por eso aprendamos a ser fieles, en todo, a la voluntad de Dios sobre cada uno de nosotros. Si en verdad aceptamos nuestro ser de hijos de Dios, pongámonos en camino para proclamar nuestra fe mediante las obras, dando así, en el mundo, razón de nuestra esperanza.
Tal vez nuestra propia casa sea el lugar más difícil para dar testimonio del Señor. Pero no podemos ir a otros lugares a proclamar la Buena Noticia de Salvación mientras descuidamos a los nuestros. Ellos, más que nadie, nos conocen profundamente. Cuando algunos de la casa, o de la comunidad a la que pertenecemos, nos rechacen porque conozcan nuestra vida pasada, tal vez no muy recta, no nos desanimemos; recordemos que el Señor nos invita a ir a nuestra casa y dar testimonio, en medio de los nuestros, de lo misericordioso que Dios ha sido para con nosotros. Esto nos ha de llevar también a no rechazar a quienes, reconociendo sus propias miserias, han vuelto al Señor y se han convertido en testigos suyos. Aprendamos a colaborar mutuamente en el trabajo por hacer realidad entre nosotros el Reino de Dios. Trabajemos sin envidias. Creamos que en verdad Dios habita en cada uno de nosotros, que somos sus hijos. Cuando el mundo nos vea unidos en torno a Cristo y guiados por un mismo Espíritu, podrá creer junto con nosotros en el Señor. De lo contrario, aun cuando les digamos discursos bellamente armados, junto con nosotros vivirán hipócritamente su fe, alabándolo con los labios, mientras su corazón estará lejos de Él.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda en abundancia la presencia de su Espíritu Santo en nosotros, para que tengamos la valentía suficiente para trabajar por su Reino, sin desanimarnos ante las críticas, desprecios, persecuciones o muerte. Amén.
 (Homilía católica)


CIELOS NUEVOS Y TIERRA NUEVA
Is 65,17-21; Jn 4, 43-54
El enunciado anterior no es el lema de algún grupo de sectarios o fanáticos fundamentalistas atrincherados en una visión medieval del mundo. Al contrario es una invitación a la esperanza que se traduce en formas de convivencia marcadas por los valores fundamentales, que tanto los profetas como el mismo Señor Jesús, propusieron a sus oyentes: justicia, libertad, compasión, amor fraterno y solidaridad. Ese proyecto no tendrá que ser delineado por un iluminado que pretenda disponer de dones sobrenaturales y que quiera tratar al resto como menores de edad, a quienes procurará someter por me-dio de una estructura piramidal, contraria a la libertad de conciencia. Los cielos nuevos y la tierra nueva, no son un proyecto impuesto por una facción vencedora sobre el resto de las personas, es una organización y unas estructuras construidas de manera corresponsable y colegial en clave de esperanza y fraternidad. Son primicias que paladeamos y que anhelamos consolidar en la plenitud de la vida.



Santos
 Benjamín de Persia, mártir; Balbina de Roma, mártir.
Beata Juana de Toulouse, religiosa.

Feria (Morado)

sábado, 29 de marzo de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA. DOMINGO 30 DE MARZO DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 30 DE MARZO DE 2014
IV DOMINGO DE CUARESMA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Is 66, 10-11)
Alégrate, Jerusalén, y todos ustedes los que la aman, reúnanse. Regocíjense con ella todos los que participaban de su duelo y quedarán saciados con la abundancia de sus consuelos.

No se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que has reconciliado contigo a la humanidad entera por medio de tu Hijo, concede al pueblo cristiano prepararse con fe viva y entrega generosa a celebrar las fiestas de la Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
David es ungido como rey de Israel.

DEL PRIMER LIBRO DE SAMUEL: 16, 1. 6-7. 10-13

En aquellos días, dijo el Señor a Samuel: "Ve a la casa de Jesé, en Belén, porque de entre sus hijos me he escogido un rey. Llena, pues, tu cuerno de aceite para ungirlo y vete".
Cuando llegó Samuel a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó: "Éste es, sin duda, el que voy a ungir como rey". Pero el Señor le dijo: "No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues yo lo he descartado, porque yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones".
Así fueron pasando ante Samuel siete de los hijos de Jesé; pero Samuel dijo: "Ninguno de éstos es el elegido del Señor". Luego le preguntó a Jesé: "¿Son éstos todos tus hijos?" Él respondió: "Falta el más pequeño, que está cuidando el rebaño". Samuel le dijo: "Hazlo venir, porque no nos sentaremos a comer hasta que llegue". Y Jesé lo mandó llamar.
El muchacho era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque éste es". Tomó Samuel el cuerno con el aceite y lo ungió delante de sus hermanos. A partir de aquel día, el espíritu del Señor estuvo con David.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 22
R/. El Señor es mi pastor, nada me faltará.

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. R/.

Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad. R/.

Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término. R/.

Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.

DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS: 5, 8-14

Hermanos: En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz. Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la bondad, la santidad y la verdad. Busquen lo que es agradable al Señor y no tomen parte en las obras estériles de los que son tinieblas.
Al contrario, repruébenlas abiertamente; porque, si bien las cosas que ellos hacen en secreto da vergüenza aun mencionarlas, al ser reprobadas abiertamente, todo queda en claro, porque todo lo que es iluminado por la luz se convierte en luz.
Por eso se dice: Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN (Jn 8, 12) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida. R/.



Fue, se lavó y volvió con vista

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 9, 1-41

En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?" Jesús respondió: "Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo".
Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte en la piscina de Siloé" (que significa 'Enviado'). Él fue, se lavó y volvió con vista.
Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: "¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?" Unos decían: "Es el mismo". Otros: "No es él, sino que se le parece". Pero él decía: "Yo soy". Y le preguntaban: "Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?" Él les respondió: "El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo: 'Ve a Siloé y lávate'. Entonces fui, me lavé y comencé a ver". Le preguntaron: "¿En dónde está él?" Les contestó: "No lo sé".
Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo". Algunos de los fariseos comentaban: "Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?" Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?" Él les contestó: "Que es un profeta".
Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo". Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: 'Ya tiene edad; pregúntenle a él'.
Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: "Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador". Contestó él: "Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo". Le preguntaron otra vez: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?" Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene".
Replicó aquel hombre: "Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder". Le replicaron: "Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?" Y lo echaron fuera.
Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que yo crea en él?" Jesús le dijo: "Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es". Él dijo: "Creo, Señor". Y postrándose, lo adoró.
Entonces le dijo Jesús: "Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos". Al oír esto, algunos fariseos que estaban con Él le preguntaron: "¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Credo

PLEGARIA UNIVERSAL

A Jesús, que es la luz que brilla en la oscuridad, pidámosle por nosotros y por toda la humanidad.

Después de cada petición diremos (cantando): Señor, ten piedad (o bien: Kýrie, eléison).
Por la Iglesia. Que, como Jesús, sepa acercarse amorosamente a todos los que viven en situaciones de oscuridad y de dolor. Oremos.
Por los jóvenes y adultos que se preparan para recibir el Bautismo. Que el Señor los llene de su gracia y de su amor. Oremos.
Por los pueblos más pobres. Que los que dominan el poder del dinero hagan posible que los bienes de este mundo lleguen a todos. Oremos.
Por nosotros. Que el Señor abra nuestro corazón a su Palabra que nos llama a la conversión y crezcan entre nosotros las vocaciones sacerdotales y religiosas. Oremos.
Escúchanos, Señor. Tú eres la luz del mundo. Tú eres nuestra alegría. Envíanos tu Espíritu para que nos renueve, y nos haga siempre fieles a tu gracia. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te presentamos, Señor, llenos de alegría, estas ofrendas para el sacrificio y pedimos tu ayuda para celebrarlo con fe sincera y ofrecerlo dignamente por la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Cristo, Señor nuestro, se dignó hacerse hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe; y a los que nacieron esclavos del pecado, los hizo renacer por el bautismo y los transformó en hijos adoptivos del Padre.
Por eso, Señor, todas tus creaturas en el cielo y en la tierra te adoran cantando un cántico nuevo, y también nosotros, con los ángeles, te aclamamos por siempre diciendo: Santo, Santo, Santo...

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. Jn 9, 11)
El Señor me puso lodo sobre los ojos; yo fui a lavarme. Ahora veo y creo en Dios.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios nuestro, luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestros corazones con el resplandor de tu gracia, para que nuestros pensamientos te sean agradables y te amemos con toda sinceridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.






REFLEXIÓN

“¿ACASO TAMBIÉN NOSOTROS ESTAMOS CIEGOS?”
1.- No basta tener ojos para ver. El ojo necesita luz para ver. Hay que recibir la luz para ver. Y esa es la lección que da Juan en este evangelio. El que quiera creer tiene que aceptar con agradecimiento la luz de Dios. Un mismo hecho excepcional, milagroso, sirve de luz para unos y de tinieblas para otros.
El ciego salta del hecho de que antes no veía y ahora sí, al admitir que quien lo hizo tiene que ser un hombre de Dios, un profeta porque Dios no escucha a los pecadores. Y se esa vaga fe en el que le ha curado salta a aquel “Creo, Señor”, en el último y definitivo encuentro con Jesús. Sus ojos al fin aceptaron en plenitud la luz de Dios que pasa de sus pupilas a lo más hondo del corazón.

2.- Ese mismo hecho se convierte en densa tiniebla para los que por sus conocimientos, sus lecturas y sus doctorados lo saben todo. Y que saber demasiado es tremendo. Esa sabiduría humana produce una costra, unas cataratas verdaderas sobre las pupilas que no dejan ver.
San Pablo tan convencido de la verdad que creía vino a Damasco a encarcelar a los cristianos. Y sólo cuando se le cayeron de los ojos aquellas como escamas que tenía, pudo saber de verdad. Acepta la luz de Jesús, al que perseguía, y empezó a creer
Y los fariseos, en el mismo hecho milagroso de la curación de un ciego, donde el ciego encontró la fe, no supieron encontrar más que nuevos motivos de mucho engreimiento en su mucho saber.
“Te doy gracias Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado estas cosas a los sencillos y humildes y se las ha ocultado a los sabio y entendidos de este mundo”… son palabras terribles del Señor.
Cuando uno oye por la televisión a uno de esos representantes del nacional-agnosticismo hablando con tanta seguridad, contra Dios y contra la religión, siente un escalofrío, porque no es que no cree, es que no puede creer. Dios le ha cerrado la puerta por su soberbia. El profesor dijo una vez que le gustaría tener fe en lo que en medio de su seguridad agnóstica dejaba un resquicio abierto a la luz.

3.- “¿Acaso también nosotros estamos ciegos?” es el grito de soberbia de los fariseos que debería convertirse en humilde reflexión para cada uno de nosotros. Hemos querido huir de la fe del carbonero y nos hemos lanzado a la fe ilustrada. Tanto curso, cursillo, conferencia teológica, sólo tendrá un buen efecto si no olvidamos que no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir internamente de las cosas de Dios.
Si nos olvidamos que la ciencia de Dios (que eso es la teología) sólo Dios la puede enseñar al corazón, lo único que vamos a conseguir es una indigestión teológica, como la que tenían los fariseos y de la indigestión se pasa a la ceguera con toda facilidad.
¿Acaso también nosotros estamos ciegos? ¿Aceptamos la luz del Señor con agradecimiento y humildad? ¿Ven nuestros ojos mejor la luz de Dios? ¿Transparentamos a Dios o tantas capas de pintura teológica nos han hecho opacos al Señor y somos más un obstáculo entre los hombres y Dios que un cristal transparente que deje ver a Dios? ¿Somos ciegos y cegamos, o dejamos pasar a otros la luz del Señor?

José María Maruri, SJ
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EL CIEGO DE NACIMIENTO
1. Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Los judíos pensaban que toda desgracia física era consecuencia de un pecado. Cuando el pueblo de Israel pecaba, Dios le retiraba su favor y los enemigos le vencían. La penitencia era una condición necesaria para volver a obtener el favor y la protección de Yahvé. Lo mismo ocurría con las personas individuales: cuando una persona tenía una enfermedad, o le sobrevenía una desgracia, era por haber pecado contra Dios. Así pensaban los judíos del tiempo de Jesús, pero Jesús no pensaba así, sino que interpretaba de una manera muy distinta las desgracias, las enfermedades, y todos los acontecimientos que acompañan a la vida de una persona. Todo lo que nos ocurre está permitido por Dios, para su mayor gloria. Así debió entenderlo también San Ignacio de Loyola, cuando recomendaba a sus frailes que todo lo hicieran “ad mayorem Dei gloriam”, a la mayor gloria de Dios. La enfermedad del ciego de nacimiento no era, pues, según nos enseña Jesús, consecuencia de algún pecado, sino para que en él se manifestara la obra de Dios. Me parece maravillosa y llena de buenas consecuencias esta enseñanza del Maestro. Dios nos ha regalado la vida para que, con nuestra vida, glorifiquemos a Dios, para que nuestra vida sea un reflejo de la gloria de Dios. Debemos intentar ser espejos donde se refleje la bondad y el amor de Dios. No sólo nuestras buenas obras, sino hasta nuestros defectos y nuestras enfermedades deben hacer visible la grandeza de Dios en nosotros. El que lucha con humildad para corregir sus defectos y el que no se deja abatir por sus debilidades físicas y espirituales, si lo hace con el alma llena de confianza en Dios, está dando gloria a Dios, está permitiendo que la obra de Dios se manifieste en él.

2. Este no viene de Dios, porque no guarda el sábado. El que no quiere ver, encuentra siempre razones para no ver. Los fariseos no querían ver a Jesús como Mesías y Maestro y, por eso, buscaban cualquier razón, o pretexto, para desacreditarle. ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver! A los fariseos no les interesaba ver la verdad, porque la Verdad de Dios, su Mesías, dejaba al descubierto sus hipocresías y falsedades. Lo mismo nos pasa a cada uno de nosotros en la vida ordinaria: cuando no nos interesa que una cosa sea como es, buscamos mil razones para verla de otra manera. La verdad de la política, el deporte, y la misma religión, es vista por cada uno de nosotros según el color del cristal con que miramos. Por eso, es necesario siempre hacer un gran ejercicio de sinceridad para purificar nuestra mirada. Hasta nuestros intereses más egoístas y recónditos pueden servirnos de cristal para desfigurar la realidad. El ciego de nacimiento quería ver y no ocultó la verdad de lo que veía, a pesar de lo difícil que se lo estaban poniendo los fariseos. Hagamos nosotros lo mismo: purifiquemos nuestra mirada para ver la verdad tal como es, y no como a nuestros intereses les interesa que sea.

3. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón. ¡Las apariencias engañan!, decimos frecuentemente nosotros, y es verdad. Si uno es buen actor puede aparentar fácilmente que es lo que no es. Por eso es tan difícil juzgar y entender a los demás: porque todos somos un poco actores de nuestra propia vida, ante los demás. Pero ante Dios no es así: Dios mira a nuestro corazón y escudriña todas nuestras acciones. Esto debe ser un consuelo para nosotros, cuando obramos con un corazón puro. Los demás podrán juzgarnos por las apariencias, o por sus intereses, pero Dios siempre nos juzgará por la bondad o maldad de nuestro corazón. Pidámosle hoy al Señor, con humildad: dame, Señor, un corazón puro, que nunca me falte tu santo Espíritu.

Gabriel González del Estal
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CUANDO FALLA LA VISTA DEL CORAZÓN
El Señor nunca se dirige a un sitio para quedarse: llega, pasa y siempre con un fin.
Y, cuando Jesús pasa, genera sentimientos encontrados. En el que estaba ciego, pero divisaba con el corazón, encontró agradecimiento y en los que veían con los ojos, pero no miraban con el corazón, desató reproches, dudas y acusaciones.
Los cristianos, como seguidores de Jesús, no estamos llamados a pasar por el mundo buscando el conflicto pero, tampoco pensemos que vamos a proponer el vivir según el evangelio sin acarrear suspicacias o críticas. Cuando se levantan voces y medios contra nosotros puede ser, precisamente, porque hay una resistencia a dejar la oscuridad para vivir en la luz, a olvidar la mediocridad para abrazar la perfección o simplemente porque estamos en la línea y onda de Jesús. La denuncia, junto con el anuncio, conlleva incomprensión: el que ve con sus propios anteojos y vive inmerso en sus caprichos difícilmente puede aceptar ni la luz que le ofrecen ni, por lo tanto, al que la trae consigo.
En aquellos, que acosaron al ciego de nacimiento, residía el pecado de la ceguedad mayor de una persona: aún viendo, estaban totalmente cegados para reconocer la mano poderosa de Dios en Jesús.
El ciego de nacimiento, aún sin comprobar con los ojos, supo fiarse y contemplar la belleza de Jesús y su presencia en lo más hondo del corazón. Una vez más se cumple aquello del principito: "a veces lo más esencial es invisible a los ojos".
A nadie, más en los tiempos que corremos, nos gusta ser catalogados como unos bichos raros. Reconocer la presencia de Dios (en un mundo donde apenas se sienten sus huellas y escasamente se su voz) conlleva el que, en más de una ocasión, seamos tratados como ciegos. Como aquellos que vivimos inmersos en un mundo de ilusiones y de imposibles.
Yo, como el ciego, prefiero contemplar desde el hontanar del corazón a ese Dios que proyecta todos los días una gran película real y misteriosa de su luz frente a la tiniebla, de verdad frente a la mentira, de horizontes frente a lo puramente efímero.
La cuaresma, como elemento pedagógico, nos viene muy bien para operarnos de esas cataratas que eclipsan nuestros ojos y que nos impiden ver el paso del Señor en tantas situaciones que nos atañen.
Y, por el contrario, la cuaresma es una buena escalera para descender a lo más hondo de nosotros mismos y descubrir que Dios sigue tan vivo como siempre. Ahí, en el corazón, es donde, como el ciego, decimos: sólo sé que antes no veía y ahora veo. ¡Señor, creo!
¿Qué hacer para que muchos de nuestros hermanos pudieran llegar a esa confesión real e impactante? ¡Sólo sé que antes no veíamos nada y ahora vemos! ¿Qué métodos emplear (con láser pastoral y cirugía evangélica incluidos) para que el mundo que nos rodea, lejos de cerrarse en banda, viera lo mucho que gana abriéndose a Dios?
¡Jesús es el más grande oculista que jamás haya existido! El nos puede dar la prescripción adecuada para corregir nuestra visión. En él, todo es ciento por uno. Y está dispuesto a restaurar nuestra visión para permitirnos ver como él ve.
Que la Pascua, cada día más cercana, sea luz para esta postmodernidad que por sentirse absolutamente sabia no necesita instrucción divina, por creerse solidaria y justa rechaza la salvación o, creyendo ser honrada, olvida que la mayor honra es la que nos viene de Cristo.

Javier Leoz.  

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Los adultos no cometemos errores por ignorancia, sino por necedad. No es que desconozcamos cuál es nuestra responsabilidad como esposos, ciudadanos o dirigentes de alguna institución. Sabemos perfectamente cuando estamos actuando conforme a la doble moral, fingiendo cumplir con el espíritu de las normas, cuando ni siquiera nos ocupamos de cumplir los preceptos básicos de la misma. Las frecuentes agresiones que los ciudadanos sufrimos por ejemplo a manos de sindicatos que paralizan avenidas principales de las ciudades, lesionando sistemáticamente el derecho de otros ciudadanos, son una gravísima falta de lealtad a los compromisos que tales gobernantes asumieron. Por supuesto que saben el tamaño de su omisión; efectivamente, son ciegos que no quieren ver. Mirarse al espejo de la propia conciencia es necesario y doloroso. Jesús concluye diciendo que es necesario enfrentar ese proceso, hay que desvelar las mentiras, para salir del mundo desfigurado en que vivimos.

LAS APARIENCIAS Y EL TRASFONDO
1 Sm 16,1. 6-7. 10-13; Ef 5,8-14; Jn 9,1-41
Samuel marcha temerosamente a ungir al sucesor de Saúl. El Señor le indica que uno de los hijos de Jesé será el elegido. Al primer intento, el profeta se dejó llevar por las apariencias y terminó comprendiendo que ninguno de los primeros siete era el elegido. Finalmente el Señor le hizo saber que David, el hijo menor, sería el lugarteniente que conduciría a Israel en la búsqueda de la libertad. En el relato del ciego de nacimiento, los personajes principales van pasando de la ignorancia a la verdad, al principio ninguno conoce la identidad del autor del milagro, posteriormente uno a uno van reconociendo a Jesús como el autor de la curación. El epílogo del relato concluye de manera paradójica: Jesús dejará ciegos a los que creen ver y abrirá los ojos de los ciegos. (www misal com mx)


Santos

Leonardo Murialdo, fundador; Julio Álvarez Mendoza y compañeros, mártires. Beata Plácida Viel, abadesa (Morado)

viernes, 28 de marzo de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA. SABADO 29 DE MARZO DE 2014.


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
SABADO 29 DE MARZO DE 2014.
III SEMANA DE CUARESMA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 102, 2-3)
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios: Él perdona todas tus culpas.

ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Señor, que celebrando con alegría esta Cuaresma, de tal modo penetremos el significado del misterio pascual, que obtengamos la plenitud de sus frutos. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Yo quiero misericordia y no sacrificios.

DEL LIBRO DEL PROFETA OSEAS: 6, 1-6

Esto dice el Señor: "En su aflicción, mi pueblo me buscará y se dirán unos a otros: 'Vengan, volvámonos al Señor; Él nos ha desgarrado y Él nos curará; Él nos ha herido y Él nos vendará. En dos días nos devolverá la vida, y al tercero, nos levantará y viviremos en su presencia.
Esforcémonos por conocer al Señor; tan cierta como la aurora es su aparición y su juicio surge como la luz; bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como lluvia de primavera que empapa la tierra'.
¿Qué voy a hacer contigo, Efraín? ¿Qué voy a hacer contigo, Judá? Su amor es nube mañanera, es rocío matinal que se evapora. Por eso los he azotado por medio de los profetas y les he dado muerte con mis palabras. Porque yo quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 50
R/. Misericordia quiero, no sacrificios, dice el Señor.

Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos, y purifícame de mis pecados. R/.

Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias. R/.

Señor, por tu bondad, apiádate de Sión, edifica de nuevo sus murallas. Te agradarán entonces los sacrificios justos, ofrendas y holocaustos. R/.

ACLAMACIÓN (Cfr. Sal 94, 8) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Hagámosle caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón". R/.


 El publicano regresó a su casa justificado y el fariseo no.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: 18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás:
"Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias'.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: 'Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador'.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Tú que nos purificas con tu gracia para que nos acerquemos dignamente a tu Eucaristía, concédenos, Señor, celebrarla de tal modo, que podamos rendirte una alabanza perfecta. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Cuaresma.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Lc 18, 13)
El publicano, manteniéndose a distancia, se golpeaba el pecho y decía: Señor, ten piedad de mí porque soy un pecador.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios de misericordia, que no cesas de alimentarnos con tu santa Eucaristía, concédenos venerarla siempre con respeto y recibirla con fe profunda. Por Jesucristo, nuestro Señor.


REFLEXIÓN
Os. 6, 1-6. Cuando iniciamos la Cuaresma, se nos invitaba a hacer de este tiempo un tiempo intenso de oración, de ayuno y de compartir nuestros bienes con los pobres. Todo, sólo conocido por Dios. Se nos ha invitado a ver este tiempo como el tiempo favorable para volver al Señor. Sin embargo nuestro retorno a Él no ha de ser sólo para llegar a la Pascua con un corazón purificado; no podemos cumplir con la costumbre de comulgar en este tiempo, y después volver a nuestras andadas de maldad. En ese caso el Señor nos diría: Mi amor es como la lluvia, que fecunda la tierra, la hace germinar y dar fruto; en cambio tu amor es como nube mañanera, como rocío matinal que se evapora.
El reconocer lo que somos y valemos en la presencia de Dios, debe ser para nosotros el inicio de un nuevo camino, en el cual no demos marcha atrás. Hay que tomar nuestra cruz de cada día, siempre, y seguir a Cristo. Día a día hemos de pronunciar nuestro sí al amor a Dios y al prójimo.
Entonces nuestra misma Eucaristía será un sacrificio grato al Señor, pues la celebraremos, no por costumbre, sino como el compromiso de identificarnos en la entrega y en la fidelidad amorosa del mismo Cristo.

Sal. 51 (50). Nos reconocemos pecadores ante Dios. No podemos abrir la boca para defendernos ante el juicio al que Dios nos cita. A los hombres podemos engañarlos; pero Dios conoce hasta lo más profundo de nuestras entrañas y de nuestros pensamientos y deseos. Por eso llegamos ante Él con el corazón contrito y humillado, con la confianza de que no nos despreciará ni nos rechazará. Sólo Dios puede reconstruir nuestra vida.
Cuando en verdad seamos signos de su amor, de su paz, de su misericordia, de su cercanía y solidaridad, sólo entonces le agradarán los sacrificios justos, ofrendas y holocaustos.
No podemos tributarle al Señor un culto vacío, que no haga oír nuestra voz en su presencia. Es necesario que, unidos al Señor, manifestemos su vida desde nosotros, que llega a salvar, no a condenar; a amar, no a odiar; a construir la paz y la vida fraterna, no a hacer la guerra ni a despreciar o perjudicar a nuestro prójimo.
Esta Cuaresma nos ayuda a unirnos a Cristo, pero también debe ayudarnos a unirnos a nuestro prójimo para hacerle el bien, y comunicarle la vida que Dios nos ofrece a todos.

Lc. 18, 9-14. Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador. ¿Quién puede decir que no tiene pecado? Dice san Pablo que la Escritura presenta todas las cosas bajo el dominio del pecado, para que la promesa hecha a los creyentes se cumpla por medio de la fe en Jesucristo. Y también: Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús. Y en otro lugar: Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia.
¿Quién, sin pecar de altanería, puede llegar ante Dios y decirle: "Gracias, porque yo soy santo; si me escrutas no encontrarás malicia en mí? Examina y condena a los demás. Yo no soy como ellos. Si buscas un hombre justo, ya lo encontraste; soy yo, que estoy continuamente en tu presencia sin desobedecer jamás una orden tuya". Vivir así es vivir sin tener la justificación de Dios.
Es verdad que día a día hemos de ir siendo mejores. Es cierto que no podemos detenernos en el camino que nos haga llegar a poseer, algún día la misma perfección de Dios, conforme al mandato de Cristo: Sean santos, como Dios, su Padre, es santo. ¿Pero cuándo será posible eso? Entre luces y sombras se va desarrollando nuestra vida. Entre fidelidades e infidelidades se teje nuestra historia personal. Siempre hay esclavitudes, falsos dioses en el corazón de todos. Saber que hemos fallado; saber que en muchas áreas tenemos endurecido el corazón es el primer paso de la curación que sólo Dios nos puede dar. Por ello, como el publicano, hemos de llegar ante Dios y, con humildad pedirle que nos perdone. Y junto con el salmista pedirle: Sácame de la charca cenagosa, afianza sobre roca firme mis pies y consolida mis pasos. Sólo con la gracia de Dios podremos vivir como luz y no como tinieblas.
Esta Cuaresma nos ha de hacer reconocer todo lo que hemos avanzado para ser un signo pascual de Cristo; pero también hemos de reconocer que, junto con la humanidad aún no totalmente libre de su pecado, somos solidarios y también responsables de la maldad que anida en muchos corazones. Por eso a nadie hemos de despreciar; más bien hemos de esforzarnos para que, tanto en nosotros, como en el corazón de todos, vaya haciéndose cada día más patente la presencia del Señor que salva y que libera del mal, y que fortifica al hombre para que viva y camine en el amor verdadero.
Señor, apiádate de mí, porque soy un pecador.
Nuestra Eucaristía no puede celebrarse con altanería ni justificaciones falsas ante Dios. No podemos llegar despreciando a nuestro prójimo, creyendo que porque le damos culto a Dios, por eso le somos gratos. El signo de la paz que nos damos en esta Eucaristía, es el signo de la aceptación de nuestro prójimo en nuestro corazón.
La Eucaristía, en la que celebramos el amor de Dios por nosotros, debe unirnos; debe, al mismo tiempo, hacernos solidarios del pecado y sus consecuencias en el mundo, no para que continuemos en él, sino para que, siendo portadores de la vida que Dios nos comunica en este Sacramento, vayamos y seamos para el mundo, en sus diversos ambientes, signos del amor comprometido, del amor que salva, del amor que libera, del amor que no excluye a los grandes pecadores, sino que, al igual que Cristo, nos hace buscar a la oveja perdida hasta encontrarla y cargarla de retorno a la casa paterna. Esta es la misión que, como un gran compromiso, recibimos al Celebrar el Memorial de la Pascua de Cristo.
Satisfechos de nosotros mismos. Tal vez esto es lo peor que nos pueda suceder. Satisfechos de nuestras oraciones y del culto que le tributamos a Dios. Satisfechos por nuestro trabajo diario. Satisfechos por lo que escribimos o hablamos ante los demás. Satisfechos de nuestra familia bien educada, o, tal vez, bien amaestrada. Pareciera que ya no hay más camino que recorrer. Se han perdido las iniciativas; la creatividad ha quedado apagada. Nos deleitamos contemplando de modo narcisista, las obras de nuestras manos. Podemos enorgullecernos de nuestra familia, de nuestro grupo, de nuestra clase, de nuestra iglesia: Es un ejemplo que otros deberían imitar. Pero eso no es posible, porque ellos no tienen visión, no son capaces de luchar como nosotros lo hemos hecho; sus esfuerzos los han dejado muy lejos de nosotros. Desde nuestra propia cumbre contemplamos sus levantadas y caídas, su avanzar un paso y retroceder dos; ¡pobres, no tienen capacidad de llegar donde nosotros hemos llegado! ¡Que todo mundo nos admire y hasta el mismo Dios sepa que casi lo hemos alcanzado en su perfección! Pero, si no se ha dado cuenta, nosotros mismos nos encargaremos de hacérselo saber.
Estas actitudes orgullosas, que alejan a muchos de su propia realidad les hacen, no sólo vivir al margen, sino marginar a su prójimo. El orgullo paraliza el corazón y le impide amar; paraliza las manos y les impide tenderse compasivas para remediar el sufrimiento de los desprotegidos; enceguece los ojos y les impide contemplar el dolor de quienes han sido azotados por la enfermedad, la marginación o las cárceles injustas.
En esta Cuaresma no podemos regresar a nuestra casa con el corazón podrido. No podemos continuar siendo portadores de la maldad, de injusticias, de opresiones, de la destrucción y de la muerte. Reconocer que todos somos pecadores, nos ha de llevar a esforzarnos para que en verdad luchemos juntos por un mundo más fraterno, más justo, más en paz. Estos signos indicarán que en verdad el Señor nos ha justificado, nos ha perdonado, nos ha hecho criaturas nuevas. Entonces la Pascua será nuestra, pues habremos pasado de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del egoísmo al amor verdadero. Todo esto no es obra nuestra, sino la obra de Dios en nosotros.
De nosotros depende permitirle, o no, a Dios hacer su obra en nosotros.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de que, sabiendo que somos pecadores, nos acerquemos a Él con un corazón contrito; y perdonados nuestros pecados, participemos del Espíritu de Dios en nosotros para que, conducidos por Él, vayamos día a día renovando nuestra vida personal, familiar y comunitaria, hasta que sobre todos resplandezca la luz del amor de Dios y seamos santos, como Dios es santo. Amén. (Homilía católica)

REFLEXIÓN
AL QUE SE ABAJA...
Os 6,1-6; Lc 18,9-14
Un salto de gran trascendencia significó el planteamiento que sintetiza las preferencias divinas: primero la misericordia, después las prácticas de culto; primero las ofrendas y las disposiciones interiores y después los actos de culto externos. El texto parece formulado a manera de exclusión: quiero esto (misericordia) y no lo otro (sacrificios); en realidad es una forma de jerarquizar dos valores. Las prácticas religiosas adquieren valor cuando están sustentadas en actitudes moralmente sólidas, de otro modo, son como un espantapájaros que no detiene a los cuervos expertos en el saqueo de las cosechas. Esa misma situación se plantea en el relato del fariseo y el recaudador, el hombre que se envanece por sus supuestas buenas obras, carece de la humildad necesaria para acercarse al Señor. Ni siquiera las obras buenas quedan valoradas, cuando no proceden de un corazón sincero. (www misal com mx)


Santos

Eustasio de Luxeuil, abad; Inés de Chatillon, religiosa. Beato Bertoldo de Palestina, presbítero