lunes, 30 de septiembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA Lunes 30 de Septiembre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Lunes, 30 de Septiembre de 2013
Semana  26ª durante el año
San Jerónimo, Presbítero y Doctor, Memoria



LECTURA DEL LIBRO DEL PROFETA ZACARÍAS 8,1-8

En aquellos días, me fue dirigida a mí, Zacarías, la palabra del Señor en estos términos: “Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Yo siento por Sión un amor ardiente y celoso, un amor celoso que me arrebata’.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Regresaré a Sión y en medio de Jerusalén habitaré. Jerusalén se llamará ciudad fiel, y el monte del Señor de los ejércitos, monte santo’.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘De nuevo se sentarán los ancianos y las ancianas en las plazas de Jerusalén, cada cual con su bastón en la mano, por su avanzada edad; las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas que jugarán en ellas’.

Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Aunque esto les parezca imposible a los sobrevivientes de este pueblo, ¿acaso va a ser imposible para mí?’ Esto dice el Señor de los ejércitos: ‘Yo salvaré a mi pueblo de los países de oriente y occidente, y lo traeré aquí para que habite en Jerusalén. Él será mi pueblo y yo seré su Dios, lleno de fidelidad y de justicia’”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

 SALMO RESPONSORIAL 101, 16-21. 29. 22-23

R Tu pueblo nuevo te alabará, Señor.


Cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso,
cuando oiga el clamor del oprimido
y no se muestre a sus plegarias sordo,
entonces temerán al Señor todos los pueblos,
y su gloria verán los poderosos /R

Esto se escribirá para el futuro
y alabará al Señor el pueblo nuevo,
porque el Señor, desde su altura santa,
ha mirado a la tierra desde el cielo,
para oír los gemidos del cautivo
y librar de la muerte al prisionero /R

Bajo tu protección, Señor,
habitarán los hijos de tus siervos
y se establecerán sus descendientes.
Tu nombre en Sión alabarán por eso,
cuando en Jerusalén, a darte culto,
se reúnan, Señor, todos los pueblos /R


Evangelio


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9,46-50)

Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de lo que estaban discutiendo, tomó a un 30 de Septiembre - Lunes, San Jerónimo niño, lo puso junto a sí y les dijo: “El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande”. Entonces, Juan le dijo: “Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros”. Pero Jesús respondió: “No se lo prohíban, pues el que no está contra ustedes, está en favor de ustedes”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión


Zac. 8, 1-8. El amor de Dios es para siempre. Él quiere siempre nuestro bien; más aun: Él quiere que lleguemos a nuestra plena madurez mediante nuestra fe y nuestra unión a Jesucristo, su Hijo. Y para guiar nuestros pasos por el camino del bien nos ha hablado por medio de su Espíritu y del ministerio de los Profetas (Cf. Zac. 7, 12)
Ojalá y escuchemos hoy su voz, y no endurezcamos ante Él nuestro corazón, pues a pesar de que muchas veces nos hemos alejado del Señor, Él siente un amor profundo por nosotros, y se consume de pasión por nosotros, amándonos hasta el extremo de entregar a su propio Hijo para el perdón de nuestros pecados, y para que podamos vivir eternamente unidos a Él, gozando de la Gloria que le corresponde a su Hijo unigénito.
Por eso hemos de cobrar ánimo, y hemos de comenzar la reconstrucción de nuestra vida, permitiendo que Dios lleve a feliz término su obra salvadora en nosotros, hasta llegar a convertirnos en ministros de su amor salvador para todos los pueblos, de todos los tiempos y lugares.
Roguémosle al Señor que sea Él quien nos quite nuestro corazón de piedra y nos dé un corazón de carne, capaz de amarlo a Él sobre todas las cosas, y de ser sensible ante las necesidades de nuestro prójimo para manifestarle, con obras, el amor que Dios nos tiene a todos. Entonces no sólo de palabra, sino con las obras y con la vida misma, seremos constructores, ya desde ahora, de su Reino entre nosotros.

Sal. 102 (101). Que el Señor vuelva su mirada compasiva hacia nosotros y nos salve.
El Señor conoce hasta lo más profundo de nuestro ser. Y Él bien sabe que somos frágiles, inclinados al pecado desde nuestra más tierna adolescencia. A Él no se le oculta el dominio que muchas veces ejerce sobre nosotros nuestra concupiscencia, arrastrándonos por caminos de maldad. Sin embargo Dios ha escuchado nuestras súplicas, se ha inclinado hacia nosotros como un Padre, para mostrarnos su Rostro lleno de bondad, de misericordia, de compasión y de amor.
En Cristo Jesús Dios se nos ha manifestado con rostro humano. A nosotros corresponde abrir nuestro corazón para dejarnos llenar de su Vida y de su Espíritu, de tal forma que podamos ser capaces de vivir como hijos de Dios.
El Señor jamás nos abandonará a nuestra suerte. Él no dejará que sus siervos sean dominados por el mal, ni destruidos por el pecado. Él quiere que todos lleguemos a la salvación y conozcamos la Verdad. Si vivimos unidos a Cristo no seamos portadores de iniquidad. Más bien que desde la Iglesia el mundo continúe, a través de la historia, experimentado el amor, la bondad, la justicia, la alegría, la misericordia y la paz que proceden de Dios, y que Él ofrece a todos.

Lc. 9, 46-50. Humillarse significa abajarse hasta la pequeñez de los demás, y convertirse en servidor de ellos. Ser humildes nos lleva a recibir a Jesús, que está presente en los que viven desprotegidos, como los niños, y velar por ellos.
El Hijo de Dios se humilló a sí mismo y se hizo siervo de todos, para conducirnos a la Gloria que le corresponde a la diestra de Dios Padre. Aquel que quiera identificarse con Cristo no puede sino seguir sus huellas de humildad, de abajamiento, de anonadamiento y de servicio a los demás; entonces será el más grande en el Reino de los cielos.
Y no importa que no sea de nuestro "grupo", que no ande con nosotros. Finalmente sí camina junto a nosotros cuando se preocupa del bien de los demás, y cuando los ayuda a verse libres de todo aquello que los esclaviza al mal o a la muerte.
Amemos; pero no amemos sólo de palabra, pues necesitamos no sólo tener un amor afectivo sino efectivo, capaz de ponernos al servicio de los demás para procurar su bien en todo, a imagen de como Cristo se puso al servicio nuestro para salvarnos.
Jesús hoy nos sienta a su Mesa; y se convierte, Él mismo, para nosotros, en el Pan que nos da Vida, y Vida eterna.
Él está entre nosotros no como el servido, sino como el que sirve. ¿Quién es más importante? Él nos ha amado de tal forma que se convirtió en Siervo que da su vida para que seamos libres, y para que tengamos la paz, de tal forma que ya no seamos siervos sino hijos de Dios.
Y en esta Eucaristía se renueva el Misterio de su amor por nosotros. Hoy Él lo da todo por nosotros, pecadores y frágiles. Él nos ha recibido como amigos suyos, y sacia nuestra hambre, y cubre nuestra desnudez; pero, sobre todo, nos reconcilia y nos hace participar de su misma Vida y de su mismo Espíritu. Eso es lo que lo manifiesta con la grandeza de Hijo de Dios; eso es lo que lo manifiesta como Cabeza de la Iglesia, como Principio y Fin de todo lo creado.
Dejémonos amar por Él para que, transformados en Él, también nosotros nos convirtamos en Eucaristía, en alimento de vida para nuestros hermanos.
¿Caminamos tras las huellas de Cristo? Muchos hay que renunciaron a su Patria, a su casa, a su familia y se pusieron al servicio de sus hermanos, dándolo todo por ellos. Caminan alegres por la vida aun cuando, despojados voluntariamente de todo, sólo llevan el amor que Dios les ha confiado para repartirlo a manos llenas a su prójimo, pues sólo el amor, que nos viene de Dios, es lo que puede salvarnos, poniéndonos en paz con Dios y con el prójimo.
Sin embargo no podemos negar que muchos viven cargados de avaricia y de envidia; que piensan que sólo ellos son los únicos que realmente valen en la vida, y que sus palabras son las únicas válidas. Pisotean los derechos de su prójimo y tratan de acabar con ellos. Atan a los demás para manipularlos a su antojo, y les amordazan la boca para impedirles denunciar el mal; así les impiden que hagan el bien a los demás y luchen por sus derechos para lograrles una vida más justa y más digna.
¿Con cuál de estos dos grupos nos identificamos nosotros? Ojalá y, como Cristo, vivamos en una relación de amor fraterno para que trabajemos, unidos, en orden a impulsar un mundo nuevo, renovado en Cristo Jesús.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber ponernos al servicio de nuestro prójimo, sin esclavitudes a lo pasajero, sino sabiendo que todo lo hemos recibido de Dios, no para acumularlo en favor nuestro, sino para hacerlo llegar a los que nada tienen; y en este aspecto no sólo hemos de llenar las manos de nuestro prójimo con bienes materiales, sino también llenar su vida con la Gracia y el Amor que nos vienen de Dios. Amén.

Reflexión de Homilía católica.



Santoral: San Jerónimo, Beato Conrado de Urach y Beato Federico Albert




domingo, 29 de septiembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA DOMINGO 29 DE SEPTIEMBRE DE 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 29 DE SEPTIEMBRE DE 2013
DOMINGO XXVI DURANTE EL AÑO. C

LECTURA DEL LIBRO DEL PROFETA AMÓS 6, 1A. 4-7

Esto dice el Señor todopoderoso: “¡Ay de ustedes, los que se sienten seguros en Sión y los que ponen su confianza en el monte sagrado de Samaria!

Se reclinan sobre divanes adornados con marfil, se recuestan sobre almohadones para comer los corderos del rebaño y las terneras en engorda. Canturrean al son del arpa, creyendo cantar como David. Se atiborran de vino, se ponen los perfumes más costosos, pero no se preocupan por las desgracias de sus hermanos.

Por eso irán al destierro a la cabeza de los cautivos y se acabará la orgía de los disolutos”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
(Sal 145, 7-10)

R Alabemos al Señor, que viene a salvarnos.


El Señor siempre es fiel a su palabra,
y es quien hace justicia al oprimido;
él proporciona pan a los hambrientos
y libera al cautivo /R

Abre el Señor los ojos de los ciegos
y alivia al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo
y toma al forastero a su cuidado /R

A la viuda y al huérfano sustenta
y trastorna los planes del inicuo.
Reina el Señor eternamente,
reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos /R


LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 6,11-16

Hermano: Tú, como hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Lucha en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste tan admirable profesión ante numerosos testigos.

Ahora, en presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que dio tan admirable testimonio ante Poncio Pilato, te ordeno que cumplas fiel e irreprochablemente, todo lo mandado, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, la cual dará a conocer a su debido tiempo Dios, el bienaventurado y único soberano, rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, el que habita en una luz inaccesible y a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él todo honor y poder para siempre.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


  
Evangelio

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 16,19-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.

Entonces gritó: “Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: “Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.

El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.



Reflexión


EL GRAN ABISMO QUE SE ABRE ENTRE LOS RICOS EPULONES Y LOS POBRES LÁZAROS

1.- Entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso. La parábola refleja un mundo real que existía en tiempos de Jesús y que existe en nuestro mundo actual. También hoy hay entre nosotros muchos ricos epulones, que banquetean espléndidamente, y hay muchísimos Lázaros que no tienen ni lo necesario para vivir con dignidad. Esto no es una consecuencia necesaria de la naturaleza humana, sino una consecuencia de la naturaleza humana, cuando ésta se deja llevar de la tentación de un inmenso egoísmo y de una inmensa ambición. Podemos luchar contra esta tentación y podemos vencerla, como la vencieron muchos santos y muchas personas justas y honradas. Los cristianos tenemos la obligación moral y religiosa de luchar valientemente contra la desigualdad social que existe en nuestra sociedad. Renunciar a la lucha contra la desigualdad no puede ser nunca una actitud cristiana. Jesús, el Cristo, vivió en lucha continua contra la desigualdad social de su tiempo y empeñó su propia vida en esta batalla. Una persona, o una sociedad, que no trata con todas sus fuerzas de suprimir el abismo que existe entre los más ricos y los más pobres no es una persona, o una sociedad, cristiana. Es verdad que, ordinariamente, una sola persona no puede hacer mucho para remediar la inmensa desigualdad social, el inmenso abismo, que existe en nuestra sociedad, pero cada uno de nosotros debe hacer lo poco, o mucho, que pueda hacer. Nuestra condición de cristianos nos lo exige.

2. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno. Es interesante observar que, según la parábola, el rico epulón, cuando banqueteaba espléndidamente, no había visto al pobre Lázaro, al que tenía muy cerca echado en su portal, y, en cambio ahora lo vio desde muy lejos. La vida, desgraciadamente, es así: no vemos al que nos necesita, aunque esté delante de nuestras propias narices, y en cambio sí vemos, hasta de lejos, a aquel que nosotros necesitamos. Esto es algo muy habitual entre nosotros, pero no por ser habitual podemos decir que es bueno moralmente. Los cristianos debemos vivir siempre mirando al prójimo, sobre todo al prójimo más necesitado. Es verdad que, en el caso concreto de dar o no dar una limosna económica a alguna persona que nos la pide, no siempre nos va a resultar fácil discernir con claridad a quiénes debemos dársela y a quiénes no. En la mendacidad organizada puede haber mucho engaño, o afán de engañar, pero hay muchas maneras de ayudar económicamente a las personas necesitadas y los cristianos debemos estar siempre dispuestos a mirar y ver a las personas que, de verdad, necesitan nuestra ayuda.

3.- Os ungís con perfumes exquisitos y no os doléis del desastre de José. El profeta Amós, ocho siglos antes de Cristo, no se anduvo con rodeos a la hora de criticar a los ricos epulones de su tiempo. Les dice, en nombre del Señor, que su pecado va a ser duramente castigado: “se acabará la orgía de los disolutos”. Porque Yahveh es un Dios justo y liberador, y no va a permitir que sus hijos sean injustos y corruptos. Lo mismo nos diría hoy el profeta Amós a los cristianos del siglo XXI, porque el Dios de Jesús de Nazaret es un Dios justo y misericordioso, y no puede permitir que los que nos llamamos sus hijos, los cristianos, seamos injustos e inmisericordes con el prójimo.

4.- Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor. Si nosotros, los cristianos, llevamos a la práctica estos consejos que da Pablo a Timoteo, seguro que Dios nos va a considerar como auténticos hijos suyos y nos admitirá en su reino eterno. Pero si no escuchamos en esta vida a Pablo, a los profetas, a Cristo Jesús; si vivimos como ricos epulones, sin ver a los pobres Lázaros que sufren a nuestro lado, nadie podrá salvarnos de la condena de nuestro Dios.

Gabriel González del Estal
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LA CASA DE LOS ESPEJOS

1. - Un hombre tenía una casa con grandes ventanas a través de cuyos cristales transparentes veía a los niños jugar en el jardín, al anciano sentado en un banco tomando el sol, a la joven madre empujando el cochecito de su hijo, a la pareja de novios tomados de la mano. A través de los cristales transparentes participaba en la vida de los demás, se conmovía su corazón, se comunicaba con los hombres, y al fin llegaba a Dios.
Pero un día comenzó a cambiar los cristales transparentes por espejos y al poco se vio aislado de todos y de todo. Dejó de ver a los hombres y dejó de ver a Dios. Y ya no se vio más que a sí mismo reflejado en cientos de espejos. Siempre veía su rostro, cada vez más sombrío, más aislado, más triste. Encerrado en vida en una tumba de espejos. Separado por todos por un gran abismo que nadie puede pasar.

2. - Yo creo que esta es la enseñanza de Jesús en esta parábola. No alaba la pasividad del pobre alentando su estoicismo con la promesa de un futuro feliz. Ese Jesús que nos dice que el Reino de Dios está entre nosotros y que ha venido a poner fuego en la tierra.
No condena al rico por ser rico, ni bendice al pobre por sólo ser pobre. No trata del problema social, ni el problema de clases. Jesús va a la raíz de todos estos problemas que es el egoísmo brutal del hombre.

3. - Jesús viene a decirnos una vez más que nadie puede salvarse solo, que nadie puede prescindir de los demás, que todos necesitamos de todos, que no podemos ser hijos de Dios, si no somos hermanos de los hombres, hijos de un mismo padre: Padre Dios.
El rico también se da cuenta de que necesita a los demás, que necesita a Lázaro, pero cuando ya es tarde, porque el encuentro entre hermanos se da en esta vida. Es en esta vida en la que se da pan al hambriento y agua al sediento y consuelo al que lo necesita. Es en esta vida donde abrimos el abismo entre hermanos que durará para siempre. Es en esta vida donde marginando a los demás, nos marginamos para siempre a nosotros.

4. - El hombre cuanto más se da y se mezcla con los demás y se deshace por ellos más vuelve a su ser, a su dignidad, como si la sal volviera al inmenso mar de que salió, se encontraría más en su ambiente, en sí misma, en lo que siempre fue.
Como esos santos de la caridad cristiana, san Vicente de Paul, san Pedro Claver y tantas y tantas personas dedicadas a los demás, que cuanto más se han dado y deshecho por los hermanos, por esa inmensa humanidad de que salieron y a la que pertenecen, más grandes han sido y más cercanos a Dios.

Consultad a vuestro corazón, nunca os sentís mejor que cuando cerrados los ojos a vosotros mismos, hacéis algo por los demás. Y es que a eso nos lleva la tendencia del hombre que por naturaleza está abierto a los demás. De ellos venimos, a ellos tenemos que ir.
Y nunca nos sentiremos tan mal como cuando por una sola mirada, una palabra, un gesto abrimos un abismo entre nosotros y un hermano, sin darnos cuenta de que en realidad lo he abierto entre Dios y yo.
Aprendamos de nuestro Dios que existiendo un abismo entre Él y nosotros, Él lo ha rellenado haciéndose uno de nosotros... Sepamos hacernos uno de los demás.

José María Maruri, SJ
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DOS OPCIONES TENEMOS: DIOS O NADA

Al hilo del evangelio del domingo pasado, el de este día, nos pone frente a frente con una de las realidades que más palpamos: nos desenvolvemos con tal facilidad en el mundo postizo, en lo práctico, en lo que se ve, tan en la fácil sensualidad…que hemos perdido cierta visión de lo divino o de lo eterno.
Hoy, al meditar la Palabra del Señor, no podemos correr el riesgo de pensar (o reducir la liturgia de este día) en aquello de “siempre han existido pobres y también ricos”.
Vayamos más al fondo: lo material, el cariño por el capital nos impide llegar a Dios. Cuando el hombre se empeña en vivir más allá de sus propias posibilidades y a todo tren, se deshumaniza. Nunca como hoy, el ser humano, ha tenido tanto y nunca, como hoy, -ahí están las estadísticas- las personas soportan desencanto, ansiedad, depresión o recurren a otras salidas porque, la vida, se les hace insípida, dura, inmisericorde, tremendamente pesada.

¿Qué hacer?

1.- Es bueno, como nuevos “epulones” mirar al cielo. ¡Mándanos un rayo de tu luz, Señor! Para que descubramos las sombras, los riesgos, las hipotecas y la oscuridad que brota de la simple materialidad.
Es bueno, como nuevos “epulones” exclamar a lo más alto del cielo: ¡Mójanos, Señor, el paladar! Para que podamos saborear de nuevo el gusto de la Eucaristía. Para que no olvidemos que, tu Palabra, es el mayor tesoro por descubrir en nuestro caminar por la tierra.
Dos opciones tenemos como cristianos: o acoplarnos a Dios o despegarnos de las cosas. Las cosas, a una con nuestro propio fin, dejan de servirnos. Dios, antes y después de nuestra partida, estuvo, está y estará esperándonos. ¿Con qué nos quedamos? ¿Con quién nos quedamos?

2. Hoy, ser creyentes, implica el optar. Los escaparates nos seducen, nos anuncian, nos engañan, nos venden. La fe, por otra parte, nos hace discernir, nos lleva a la verdad, nos enfrenta a nuestro propio yo. Hay que mirar al cielo aún a riesgo, desde la barrera, de dejar de lado dulces que embaucan pero que no nos dejan ir al fondo de las grandes verdades.
Hoy, ser creyentes, exige el vivir con las antenas levantadas. ¡Recibimos tantas ofertas! ¡Tenemos tantas tentaciones de abandonar!
Pero, ahí reside y empieza nuestra grandeza; no hemos visto al Señor pero creemos en El; no lo hemos tocado, pero lo sentimos cerca; no lo hemos escuchado, pero su Palabra suena con timbre y nítidamente en muchas circunstancias y en otros tantos momentos de nuestra existencia.

3.- Amigos; no vendamos a Jesús por lo que el mundo, en contrapartida engañosa, nos ofrece. Entre otras cosas porque, el fiarse hoy del Señor, como lo han hecho miles y miles de hombres y de mujeres en la historia cristiana, nos abre todo un horizonte en el futuro. Un mañana cierto, una patria definitiva donde veremos cara a cara lo que celebramos y vivimos hoy en esta Eucaristía.
Que el Señor, riqueza y motor de nuestro existir, nos haga levantar nuestros ojos al cielo aun teniendo los pies bien asentados en la tierra.
Que nuestra actitud, independiente de la situación económica en la que nos encontremos, sea la de unas personas abiertas a Dios; solidarias con los más necesitados y conscientes de que, lo efímero, jamás puede eclipsar el don de la fe.

Javier Leoz
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Santoral: Los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, San Alarico



sábado, 28 de septiembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA Sábado, 28 de Septiembre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Sábado, 28 de Septiembre de 2013
Semana 25ª durante el año
Memoria de San Wenceslao, Mártir


LECTURA DEL LIBRO DEL PROFETA ZACARÍAS 2,5-9.14-15

En aquellos días, levanté los ojos y vi a un hombre con una cuerda de medir en la mano. Le pregunté: “¿A dónde vas?” Él me respondió: “Voy a medir la ciudad de Jerusalén, para ver cuánto tiene de ancho y de largo”.

Entonces el ángel que hablaba conmigo se alejó de mí y otro ángel le salió al encuentro y le dijo: “Corre, háblale a ese joven y dile: Jerusalén ya no tendrá murallas, debido a la multitud de hombres y ganados que habrá en ella. Yo mismo la rodearé, dice el Señor, como un muro de fuego y mi gloria estará en medio de ella.

Canta de gozo y regocíjate, Jerusalén, pues vengo a vivir en medio de ti, dice el Señor. Muchas naciones se unirán al Señor en aquel día; ellas también serán mi pueblo y yo habitaré en medio de ti”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


Salmo responsorial Jer 31, 10-12b. 13.

R/ El Señor será nuestro pastor.

Escuchen, pueblos, la palabra del Señor,
anúncienla aun en las islas más remotas:
“El que dispersó a Israel lo reunirá
y lo cuidará como el pastor a su rebaño” /R

Porque el Señor redimió a Jacob
y lo rescató de las manos del poderoso.
Ellos vendrán para aclamarlo al monte Sión,
y vendrán a gozar de los bienes del Señor /R

Entonces se alegrarán las jóvenes, danzando,
se sentirán felices jóvenes y viejos,
porque yo convertiré su tristeza en alegría,
los llenaré de gozo y aliviaré sus penas /R


Evangelio

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9,43-45

En aquel tiempo, como todos comentaban, admirados, los prodigios que Jesús hacía, éste dijo a sus discípulos: “Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”. Pero ellos no entendieron estas palabras, pues un velo les ocultaba su sentido y se las volvía incomprensibles. Y tenían miedo, de preguntarle acerca de este asunto.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.



Reflexión

Zac. 2, 5-9. 14-15. La Nueva Jerusalén, Ciudad Santa, Esposa del Cordero, Iglesia Santa, ya no tiene murallas, sino sólo al Señor que la custodia como muralla de fuego para que los poderes del infierno no prevalezcan sobre ella. A pertenecer a ella están convocadas todas las naciones. Quien se haga parte de esta Comunidad de creyentes se hará huésped del mismo Dios; más aún: Dios vendrá como huésped al corazón del creyente, habitando en él como en un templo. Por eso hemos de poner nuestro empeño en no destruir el templo santo de Dios, que somos nosotros, sino en conservarlo santo e irreprochable hasta la venida gloriosa de nuestro Salvador Jesucristo.

Jer. 31, 10-13. Concluyó el destierro; hay que volver a la tierra prometida; el Señor se convertirá en protector y defensor de su pueblo en su camino por el desierto de vuelta hacia la tierra que Él dio a los patriarcas. Al poseer nuevamente la tierra prometida volverá la paz, la alegría y el disfrutar de los abundantes frutos, que finalmente no será sino gozar de los bienes del Señor. Por medio de Cristo Jesús nosotros hemos sido liberados de nuestra esclavitud al mal; y el Señor nos ha dado su Espíritu, que nos guía hacia la posesión de los bienes definitivos. Mientras vayamos por este camino, cargando nuestra cruz de cada día, esforcémonos en no dejarnos desviar de la meta a la que se han de dirigir nuestros pasos: la posesión de los bienes eternos, en que ya no habrá tristeza, ni dolor, ni penas, sino alegría, gozo y paz en el Señor. Vayamos, pues, tras las huellas de Cristo, que vela por nosotros como el pastor cuida su rebaño.

Lc. 9, 43-45. ¡Qué difícil entender que el camino que lleva a Jesús a la gloria ha de pasar por la muerte! Él mismo indicará a los discípulos que se encaminaban hacia Emaús: Era necesario que el Hijo del hombre padeciera todo esto para entrar así en su Gloria. Ojalá y no seamos tardos ni duros de corazón para entender y vivir aquella invitación que el Señor nos hace: Toma tu cruz de cada día y sígueme. No podemos amar nuestra vida de tal forma que nos apeguemos a ella, y tratemos de evitarle todo el sacrificio y esfuerzo que se exige a quien quiera no sólo anunciar, sino ser testigo de la Buena Nueva del amor de Dios para todos. No vivamos en un hedonismo cristiano, falseando así nuestra fe. Aquel que quiera colaborar para que el Reino de Dios se haga realidad entre nosotros, debe aprender a renunciar a sí mismo, a no querer conservar su vida sin sembrarla en tierra para que muera, y surja una humanidad nueva en Cristo. La fecundidad que viene del Espíritu de Dios en nosotros requiere que muramos a nuestros egoísmos y a nuestras visiones cortas de la vida, y que comencemos a dar nuestra vida para que otros tengan vida, y la tengan en abundancia. Y esto, no porque no haya bastado la Redención efectuada por Cristo, sino porque, ya desde la cruz, Él asoció a su Redención nuestras penas, dolores, sacrificios, entrega, e incluso nuestra muerte aceptada por Él y por su Evangelio.

En esta Eucaristía celebramos el Memorial de aquello que pareció ser el gran fracaso del Mesías esperado. En la mente de los judíos se cernía la imagen de un Mesías con criterios meramente humanos; capaz de alimentarlos a todos sin el más mínimo esfuerzo; capaz de liberarlos de sus enemigos, sin que ellos levantaran siquiera un dedo. Pero el Señor, aparentemente vencido por las fuerzas del mal, que actuaron a través de personas que sólo eran santos en su apariencia, pero cuyo corazón estaba podrido por el pecado, ahora, reinando glorioso desde el cielo, manifiesta que el Mesías debía padecer para hacer de nosotros un pueblo de santos e hijos de Dios. Al participar de esta Eucaristía, entrando en comunión de vida con el Señor, decidimos, también nosotros, caminar en adelante no conforme a los criterios mundanos, sino conforme a los criterios del amor verdadero que procede de Dios, y que nos llevan a vivir sin egoísmos, sino en una entrega generosa, incluso de nuestra vida, por el bien de nuestro prójimo.

Este es el mismo camino de la Iglesia. En ella no estamos para adquirir prestigio, sino para servir. Ya nos dice el apóstol Pablo: Hay de mí si no evangelizare. Ya nos lo recuerda san Agustín: Quien ocupa un lugar de servicio tiene una gran responsabilidad ante Dios y ante los hombres, pues el Obispo no sólo velará y dará cuentas de su propia vida, sino que velará y dará cuentas de aquellos que le fueron confiados. Ojalá y sepamos hacer nuestras aquellas palabras de Cristo: No he perdido a ninguno de los que Tú me confiaste. Toda la Iglesia, Comunidad de fe y Esposa del Señor Jesús, ha de aceptar el convertirse en signo de salvación para todos mediante la entrega generosa de todos sus miembros, no sólo yendo a tierras de misión para proclamar el Nombre del Señor, sino dando su vida en la existencia cotidiana, ahí donde uno ha de ser testigo de rectitud, de honestidad, de alegría, de bondad, de paz, de solidaridad, en fin, de todo aquello que ha de brotar de la presencia del Espíritu de Dios en nosotros. ¿Que esto requiere sacrificios? Más que hacernos esa pregunta tendríamos que preguntarnos si en verdad queremos ser discípulos de Jesús y llevar su salvación a todos, sabiendo que el hacer nuestra esta Misión nos conduce a seguir sus huellas, y a exponernos a que también a nosotros nos llamen demonios, y nos persigan, y acaben con nuestra vida por ser testigos de Alguien que nos ha precedido con su cruz en el camino que nos conduce a la Gloria.

Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber ser fieles al amor a Él y al amor a nuestro prójimo, aceptando todas las consecuencia que nos traiga el amar como nosotros hemos sido amados por el Señor. Amén.


Reflexión de Homilía católica



viernes, 27 de septiembre de 2013

SAN VICENTE DE PAÚL 27 de Septiembre


SAN VICENTE DE PAÚL
27 de Septiembre

San Vicente de Paúl nace el 2 de abril de 1581, en Ranquine, cerca de Dax, en el S.O. de Francia. Tercer hijo del campesino Juan de Paúl. Los hijos de los campesinos del siglo XVI apenas tenían tiempo para divertirse; ya desde muy jóvenes se veían obligados a trabajar. Vicente, llevaba a pastar el ganado: las ovejas, las vacas, los cerdos. Vicente salía todos los días, descalzo y con humildes provisiones.

Fue enviado a los 14 años al colegio de los franciscanos de Dax que está a 5 kilómetros de Pouy. Dax es una ciudad próspera, de amplias calles y bellas mansiones. Vicente toma gusto a sus estudios, desea abandonar la vida rural; se siente con vergüenza sus orígenes y de su mismo padre. "Siendo un muchacho, cuando mi padre me llevaba a la ciudad, me daba vergüenza ir con él y reconocerle como padre, porque iba mal trajeado y era un poco cojo". "Recuerdo que en una ocasión, en el colegio donde estudiaba me avisaron que había venido a verme mi padre, que era un pobre campesino. Yo me negué a salir a verle".

Después de cuatro años de estudios en Dax, marcha a la gran ciudad de Toulose. Su padre acaba de morir en 1598, mientras Vicente tenía 17 años, ha recibido ya la tonsura y las órdenes menores. Su padre le deja parte de la herencia para pagar sus estudios, pero él rechaza esta ayuda; prefiere valérselas por sí mismo.

Para subsistir, enseña humanidades en el colegio de Buñet y sigue a la vez con sus estudios de Teología. En 1598 recibe el subdiaconado y el diaconado, y el 23 de Septiembre de 1600, en Chateau-l'Eveque, es ordenado sacerdote por el anciano obispo de Périgueux. "Si yo hubiera sabido, como lo he sabido después, lo que era el sacerdocio cuando cometí la temeridad de aceptarlo, habría preferido dedicarme a trabajar la tierra antes de ingresar en un estado tan temible," escribirá mas tarde.

El obispo de Dax le ofrece una parroquia, pero hay otro candidato. Vicente renuncia, prefiere proseguir con sus estudios y apuntar más alto: aspira a ser obispo.
En 1604 obtiene el doctorado en Teología. Se dirige a Burdeos. Acude a Marsella a un viaje bastante interesado. Una anciana dama de Toulose le ha dejado una herencia de 400 escudos, pero la anciana tiene a un deudor, a quien Vicente persigue hasta Marsella, donde consigue recuperar 300 escudos, para regresar a continuación a Toulose por Narbona.

En Marsella Vicente embarca para Narbona. Se va en barco, el cual es atacado por los turcos y Vicente cae prisionero. Los años 1605-1607 son en realidad muy misteriosos. Se cuenta que vendido como esclavo en Túnez, estuvo sucesivamente al servicio de cuatro distintos señores: un pescador, un médico, el sobrino de éste y, por último, un cristiano renegado. Por fin, convirtió a su amo, se escapó llegando a Avignon y desde allí a Roma. Luego fue a París hacia el 1608.

En 1609, poco después de su llegada a París, Vicente encontró a Pierre de Bérulle, sin duda en el hospital de la Caridad, adonde ambos iban a visitar enfermos. Bérulle tenía una doble vocación: la cura de las almas y la fundación de un grupo de sacerdotes espirituales. El clero salía en un estado lamentable de las guerras de religión; los decretos del Concilio de Trento referentes a la formación de los sacerdotes no se cumplen (de lo contrario, Vicente no habría sido ordenado a los 19 años, ya que el Concilio exigía 25 años de edad mínima para la ordenación sacerdotal) Eran muchos los obispos que vivían como grandes señores, alejados de sus diócesis.

Se está abriendo paso un nuevo movimiento. En Italia, Felipe Neri ha fundado la congregación sacerdotal del Oratorio, que al igual que los oblatos fundados en Milán por Carlos Borromeo, desea vivir un sacerdocio fervoroso. Bérulle trata de convencer a Francisco de Sales para que funde el Oratorio en Francia, el cual rechaza la oferta. Entonces éste, a instancias del Arzobispo de París, Henri de Gondi, fundará en 1611 el Oratorio de París, "una congregación de eclesiásticos en la que se practicara la pobreza, en contra del lujo; se hiciera el voto de no pretender beneficio o dignidad alguna, en contra de la ambición, y se viviera igualmente el voto de dedicarse a las funciones eclesiásticas, en contra de la inútil inactividad.
Bérulle deseaba que Vicente ingresara en el Oratorio, pero Vicente por diferentes razones no acepta, en cambio acepta la proposición de reemplazar en su puesto a un sacerdote que desea ingresar en el Oratorio; y de ese modo, en mayo de 1612, Vicente toma posesión de la parroquia de "Clichy la Garenne", a una legua de París. Se trata de una parroquia de 600 habitantes, de carácter semi-rural (habitada sobre todo por hortelanos donde Vicente se encuentra a gusto Allí enseña el catecismo, repara el mobiliario de la Iglesia. Hace doce años que es sacerdote y es la primera vez que ejerce un ministerio sacerdotal.

Preceptor de la familia Gondi

Bérulle que sigue soñando con grandes cosas para Vicente, hace que lo nombren preceptor de la ilustre familia de Gondi, Phillipe de Gondi, sobrino del Arzobispo de París. Vicente llega allí en Septiembre de 1613: "Me aleje con pena de mi pequeña iglesia de Clichy", escribe a un amigo.

Ya tenemos a Vicente provisto de un excelente "reducto". Da algunos cursos y lecciones a los niños y lleva una vida palaciega en Montmirail, en Joigny, en París, en Folleville... Ya podía darse por contento. Sin embargo no era feliz. Durante los numerosos viajes de Gondi, vuelve a entrar en contacto con los campesinos y con las pobres gentes que viven en los dominios de la noble familia. Y se da cuenta de que el Evangelio exige la caridad radical.

Acontecimientos providenciales cambiaron su vida:

A comienzos de 1617, visita Vicente a un moribundo en Gannes, en el distrito del Oise, cerca del palacio de los Gondi; aquel hombre, que tenía fama de ser un hombre de bien, reveló a Vicente unos pecados que jamás se había atrevido a confesar a su párroco, tanto por vergüenza como por amor propio. El moribundo que experimentaba una extrema soledad moral, que padecía la noche, el frío y la imposibilidad de hablar con Dios; era un hombre cerca de la muerte sin haber encontrado una mirada sacerdotal lo bastante dulce y lo bastante humana para poder salirse de sí mismo y atreverse a creer en la ternura de Dios. He ahí la vocación de Vicente: la ternura. Su corazón ha sido tocado. Quería ir a los campos más remotos a expresar a todos los que se sienten perdidos que existe un Dios de ternura que no les ha olvidado. Quiere ser testimonio de ese amor divino. Estar presente con la ternura de Dios.

Vicente queda impresionado y el 25 de enero predicó en Folleville, cerca de Amiens, proponiendo a todos los fieles de Folleville la idea de que vayan allá algunos sacerdotes ante quienes puedan hacer una confesión general de toda su vida. Este sermón que fue el origen de la "Congregación de la Misión", instituida para dar misiones populares y trabajar en la formación del clero de Francia y en otros países. A los sacerdotes y hermanos de la Congregación de la Misión se les conoce en Francia como "Lazaristas" por su casa madre, San Lázaro.

En agosto de ese mismo año 1617, en Chatillón-les-Domes, San Vicente se encuentra con la miseria material de los campesinos. San Vicente relata los hechos: "Mientras me revestía para celebrar la santa Misa, vinieron a decirme... que en una casa apartada de todas las demás, como a un cuarto de legua, estaban todos enfermos, hasta el punto de que no había una sola persona que pudiera atender a las demás, las cuales se hallaban en un estado de necesidad indescriptible. Esto me ocasionó una tremenda impresión." A la llamada de Vicente acuden todos los feligreses en ayuda de esa familia. Pero, para Vicente, este movimiento espontáneo no es bastante, porque corre el peligro de no tener continuidad: "Una enorme caridad, sí; pero mal organizada".

Fundación de las Hijas de la Caridad

Vicente pone manos a la obra y muy pronto, el 23 de agosto, lee ante unas cuantas mujeres cuyo corazón se ha visto afectado igual que el suyo por aquella miseria, un texto que constituye todo un programa de ayuda a los enfermos. Dicho texto servirá de modelo, en adelante, a todos los posteriores textos fundacionales de las "Confréries de Charité" (Hermandades de Caridad). Las Cofradías se multiplicaron ; hoy en algunos países se les llama "equipos de San Vicente". La Fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad siguió unos años mas tarde (1633). La co-fundadora fue Santa Luisa de Marillac.

Vicente no quiere permanecer por más tiempo con los Gondi y así se lo hace saber a Bérulle en mayo de 1617. Se traslada el 1 de agosto de aquel mismo año a una pequeña parroquia entre Lyon y Ginebra, en la región de Bresse: Chatillon-des-Dombes, donde ejerce como párroco.

La vocación, el camino de la compasión y la ternura

Los Gondi, y con ellos Bérulle, desean que Vicente se reintegre a su puesto y resuma sus funciones de capellán y preceptor. Le llaman a París. Vicente llega a casa de los Gondi la víspera de Navidad de 1617, tras un año decisivo en el que ha encontrado su camino, el camino de la compasión y la ternura para con quienes se hallan sumidos en el abandono. Utilizando su puesto como base de operaciones, empieza a establecer sus pequeñas asociaciones de caridad.

En noviembre de 1618 se encuentra en París Francisco de Sales. El Obispo de Annecy, que tiene ya cincuenta y un años, ha publicado dos años antes su Tratado del Amor de Dios. Francisco de Sales es célebre por la inmensa dulzura en sus discusiones con los protestantes y por su bondad para con los pobres y enfermos a quienes les daba todo, incluso lo que no era suyo y lo tomaba prestado. En 1610, el Obispo de Sales funda la Visitación, congregación religiosa femenina y desea que se consagren al cuidado de los enfermos. Las primeras Visitandinas se ocupan de los enfermos de Annecy.

A su llegada a París, Francisco de Sales es objeto de una entusiasta acogida; con su palabra evangélica y sencilla, conoce a la Madre Angélica Arnauld, a Bérulle y a Vicente, que queda impresionado por su dulzura: "Tan suave era su bondad, que las personas favorecidas por sus conversaciones la sentían cuando ésta penetraba dulcemente en sus corazones. Yo mismo he soñado tales delicias".

No es posible entender el entusiasmo que despierta Francisco de Sales en París y en todas partes si no se tiene en cuenta la situación de Europa en estos comienzos del siglo XVII. Las poblaciones no han dejado de verse afligidas por grandes males, lo cual ha provocado en ellas un enorme trauma; la angustia y la desesperación se generalizan, y la Iglesia señala con el dedo los diversos chivos expiatorios: los turcos, las brujas, los judíos, los herejes...; e insiste además continuamente en ese otro peligro, distinto del que aflige al cuerpo: el peligro de perder el alma. Francisco de Sales, rebosante de bondad, es un mensaje que, para liberar; los temores, no apela al iluminismo ni a remedios vanos, sino al realismo y al sentido común del hombre; para los hombres de comienños del siglo XVII se trata de una inmensa convocatoria a la esperanza. Este mensaje y su eficañ puesta en práctica muestran al hombre que la verdadera bondad humana procede de Dios y que, a la veñ, la bondad de Dios es muy superior a toda bondad humana: ahí radica el secreto de la vida de Vicente y de Francisco. Su Dios es un Dios de ternura y de bondad; y al haberlo experimentado así, desean expresarlo por medio de su propia vida. Francisco de Sales será para Vicente un punto de referencia constante. Por su parte, Francisco de Sales, que ha reconocido en Vicente, le pide que se haga cargo de la capellanía de las Visitandinas de París y de la dirección espiritual de Juana de Chantal.

Capellán General de las Galeras

En 1619, Vicente es nombrado capellán general de las Galeras, de las que es responsable el señor de Gondi. Los galeotes son entonces los más pobres de entre los pobres. Vicente les visita primero en las mazmorras de La Conciergerie (antigua prisión de París), encuentra allí a hombres dominados por el odio y la desesperación; y pide y obtiene de M. de Gondi que se les conceda un trato más humano. El capellán general de las Galeras baja después a Marsella, donde los galeotes son más numerosos, y se presenta "de incógnito" en el lugar en que están encerrados; aquello le impresiona terriblemente: es "el espectáculo más triste que se puede imaginar", "una verdadera imagen del infierno". "Herido, pues, por un sentimiento de compasión hacia aquellos miserables forzados, me impuse a mí mismo la obligación de consolarles y asistirles lo mejor que pudiera". Pero Vicente no se limita sólo a buenas palabras, sino que pasa a la acción y se ocupa de mejorar en lo que puede las estructuras, como de costumbre. En el viaje que en 1623 realiza a Burdeos, donde se halla una flotilla de galeras se da a conocer como sacerdote a los galeotes; les dice, "os encontráis en la más absoluta indigencia; os creéis abandonados y rechazados por todos. Pero vuestro Padre de los Cielos os ama y os bendice".

Desde Burdeos, Vicente se dirige a su aldea natal, en las Landas. Los suyos habrían deseado obtener algún provecho de Vicente. Este les dice que no esperen nada de él: "porque aun cuando poseyera cofres llenos de oro y plata, no les daría nada, porque todo cuanto posee un eclesiástico se lo debe a Dios y a los pobres".

Vicente experimenta su profunda conversión en el momento en que se inicia en Europa una larga serie de conflictos. La guerra de los Treinta Años, que comienza en 1618, es la conclusión lógica de una enorme crisis acaecida en Europa, había tenido origen en la oposición entre católicos y protestantes dentro del imperio germánico. La crisis ideológica del cristianismo que había dado lugar a dos reformas antagónicas (la de Lutero y Calvino por un lado, y la del Concilio de Trento por otro) hay que verla dentro del contexto general de la crisis del siglo XVI.

La doctrina elaborada en el Concilio de Trento, en contraste a la tesis protestante, rehabilitaba la naturaleza humana y llevaba, de un modo lógico, a insistir en los sacramentos. Por otra parte el Concilio pedía a los sacerdotes que predicasen el Evangelio. La aplicación de los decretos del Concilio requería tiempo, y puede observarse cómo Vicente se referirá constantemente a ellos y se esforzará para que sean puestos en práctica.

Misioneros para la misión ante la devastación de la guerra

Se suceden guerras, se triplican los impuestos y los pobres siempre son los perdedores. La miseria es espantosa. Un sacerdote de la Misión que acaba de llegar a Champagne escribe a Vicente: "No hay lengua que pueda decir, ni pluma capaz de expresar, ni oído que se atreva a escuchar lo que hemos contemplado desde los primeros días de nuestra estancia en estas tierras... Todas las iglesias y los más santos misterios han sido profanados; los ornamentos saqueados; las pilas bautismales destrozadas; los sacerdotes asesinados, torturados u obligados a huir; las viviendas demolidas; las cosechas robadas; las tierras están sin labrar ni sembrar; el hambre y la mortandad son casi absolutas; los cadáveres se hallan sin sepultar y, en su mayor parte, sirven de pasto a los lobos. Los pobres que sobreviven a esta ruina se ven obligados a recoger por los campos los granos de trigo o de avena semipodridos. El pan que consiguen fabricar es como barro y la vida que llevan es tan insana que más parece una muerte viviente. Casi todos están enfermos, ocultos en miserables chozas o en cuevas a las que uno no sabe cómo llegar, la mayor parte tumbados en el suelo desnudos o sobre paja podrida, sin más ropa que unos miserables harapos. Sus rostros ennegrecidos y desfigurados, más parecen rostros de fantasmas que de hombres".

Vicente envía allá doce de sus sacerdotes para organizar la ayuda. No había más que un modo de poner fin a la miseria de las poblaciones: la paz. Y Vicente no lo duda un momento: se atreve a enfrentarse a Richelieu y pedirle enérgicamente que ponga término a tan enormes conflictos.

El camino de Vicente son los pobres, tanto espiritual como materialmente. La Iglesia de Cristo no puede abandonar a los pobres. Ahora bien, hay diez mil sacerdotes en París, mientras que en el campo los pobres se pierden en medio de una espantosa ignorancia". Vicente quiere sacerdotes para la "misión", para ser enviados a las zonas rurales.

La congregación puede fundarse el 17 de abril de 1625. La Congregación es reconocida un año más tarde por el Arzobispo de París; los primeros misioneros firman su acta de asociación el 4 de septiembre de 1626. Pero es entonces cuando comienzan las dificultades. El señor Gondi , influenciado por Bérulle, pretende retirar el dinero que ha entregado para la fundación. Saint-Cyran consigue disuadirle. A pesar de todo, Roma, igualmente a instancias de Bérulle, se niega dos veces a dar su aprobación a la Congregación de la Misión. Habrá que esperar ocho largos años -hasta 1633- para conseguir dicha aprobación.

En julio de 1628 el obispo de Beauvais pide a Vicente que acuda allí en septiembre a dar un retiro a los futuros sacerdotes. Es precisamente en esta tarea de formación de futuros sacerdotes en lo que piensa el Arzobispo de París cuando, en 1631, ofrece a Vicente un conjunto de edificios mucho más importantes que el "College des Bons-Enfants": la antigua leprosería de Saint-Lañare (que dará a los sacerdotes de la Misión el nombre de Lañaristas). Lo que desea el arzobispo es que Vicente contribuya a la reforma del sacerdocio y sirva a la formación de los futuros sacerdotes. En el siglo XVII hay dos tipos de reformadores del clero, Vicente prefiere ante todo la formación por la práctica, sobre el terreno, según el método más experimental. Lo que a él le preocupa es la situación concreta de los sacerdotes.

Saint-Lañare viene a ser, más concretamente, un centro de encuentros. cada martes se reúnen allí los sacerdotes, que se dedican a orar, a reflexionar y a escuchar a Vicente en sus famosas "conferencias de los martes"; entre el auditorio se hallan veintidós futuros obispos, que de este modo reciben su formación de los evangélicos labios de Vicente de Paúl.

De 1630 a 1650 Francia atraviesa una época de guerras desastrosas para el pueblo sencillo. Vicente mira de frente las desgracias de su época, se niega a cerrar los ojos y lucha contra la miseria a brazo partido. Esta miseria impide a los hombres vivir como seres humanos. Si tomamos las cosas más elementales de la existencia, el nacimiento, por ejemplo, vemos que cada una de siete mujeres moría después del parto. Las que no se morían pasaban por el momento más grave, el período post-parto: las fiebres y los problemas de infección. Por otra parte un hecho que se repite constantemente: "Una gran cantidad de huérfanos que tiene que ser dejados a cargo de los que sobreviven, y que son adoptados durante un tiempo por la comunidad de la aldea o barrio, hasta que el padre contrae nuevo matrimonio.

Espiritualidad

La espiritualidad de Vicente posee la solidez del corazón que la vive sin reservas. Podemos ver la expresión de esta espiritualidad en una conferencia que da el 19 de septiembre de 1649 a las Hijas de la Caridad, donde concreta y analiza "los dos amores": el amor afectivo y el amor eficaz. El primero es "la ternura hacia las cosas que se ama", "la ternura del amor". Este amor, dirá más tarde, hace que uno se vuelva hacia Cristo "tierna y afectuosamente, como un niño que no puede separarse de su madre y grita "¡mamá!", cuando la ve alejarse" (notemos que Vicente habla aquí de Cristo como una madre).

Pero este amor efectivo es para él el más pequeño de los dos, es el amor de los comienzos; y compara los dos amores con dos hijos de un mismo padre; pero resulta que el amor efectivo "es el hijo pequeño al que el padre acaricia, con quien se entretiene jugando y cuyos balbuceos le encanta oír"; pero el amor eficaz, es mucho mayor; es un hombre de veinticinco o treinta años, dueño de su voluntad, que va adonde le place y regresa cuando quiere, pero que a pesar de ello, se ocupa de los asuntos familiares".

Vicente insiste mucho en este segundo amor y en el "quehacer" que conlleva: "Si hay alguna dificultad, es el hijo quien la soporta; si el padre es labrador, el hijo cuidará de que estén en orden las tierras y arrimará el hombro". En este segundo amor apenas se siente que se es amado y se ama: "Parece como si el padre no sintiera por el hijo ninguna ternura y no le amará". Sin embargo -afirma Vicente-. a este hijo mayor el padre "le ama más que al pequeño". Y añade Vicente: "Hay entre vosotras algunas que no sienten a Dios en absoluto, que jamás le han sentido, que no saben lo que es sentir gusto en la oración, que no tienen la menor devoción, o al menos así lo creen... Hacen lo que hacen las demás, y lo hacen con un mayor que es tanto más fuerte cuanto menos lo sienten. Este es el amor eficaz que no deja de actuar, aun cuando no se deje ver".

Vicente quiere que se pase al amor eficaz, porque teme la nostalgia propia de las resoluciones demasiado generales y de las efusiones afectivas; a propósito de las resoluciones, puestas incluso por escrito por una determinada dama, escribe a Luisa de Marillac que tales resoluciones le parecen "buenas", pero que le "parecerían aún mejores si (la tal dama) descendiera un poco más a lo concreto", porque lo importante para él son los actos, mientras que "lo demás no es sino producto del espíritu, que habiendo hallado cierta facilidad y hasta cierta dulzura en la consideración de una virtud, se deleita con el pensamiento de ser virtuosos"; es preciso, pues, llegar a los "actos" porque, de lo contrario, se queda uno en la "imaginación".

Para Vicente, la oración es lo primero; era muy práctico pero esa práctica se fundamentaba en una profunda intimidad con Jesucristo, o sea, en la vida interior de oración.

Vicente encuentra en su camino a los jansenistas. Jansenio había comenzado a escribir su Augustinus en 1628; Roma lo condena en 1641; pero Vicente, antes incluso de esta condena, ya había tomado postura contra el jansenismo.

En lugar de ponerse en tensión y tratar de que Dios se adapte a unos determinados moldes para el alma, Vicente, en oposición a los jansenistas, no dejará de proponer abandonarse tranquilamente a Dios. La gracia tiene sus momentos. Abandonémonos a la Providencia de Dios y guardémonos muy mucho de anticiparnos a ella.

Vicente era enemigo de la actividad compulsiva. Si dio mucho fruto es porque utilizaba muy bien el tiempo guiado y movidas sus velas por la fuerza del Espíritu Santo. A partir de 1645 dicta o redacta personalmente unas diez cartas por día -tiene dos secretarios-, sigue de cerca la actividad de todas las casas de caridad y de todos los sacerdotes de la Misión; afluyen las vocaciones y se abren nuevas casas en Génova, Turín y Roma. En 1646 se funda una casa en Argel (donde estallará la peste en 1647) y se pide a la congregación que acuda a Marruecos; aquel mismo año se envían sacerdotes a Irlanda y Escocia. En 1648 va un grupo de misioneros a Madagascar. En 1651 parte un grupo para Polonia. En 1660, justamente antes de su muerte, Vicente concibe un proyecto de misiones en América y en China.

Entre 1650 y 1660 son particularmente tres regiones de Francia las que perciben mayor ayuda: la Ile-de-France, la Champagne y la Picardie cuyas provincias han sido saqueadas y devastadas por los soldados. A partir de 1652, las consecuencias de la guerra afectan a todas las familias de Francia. Pero Vicente prosigue su actividad sin descanso, entregando siempre toda su persona. Lo único que exigía a los suyos era bondad, constancia y dulzura.
El 18 de abril de 1659, un año antes de su muerte, Vicente escribe una largas consideraciones sobre la humildad, que presenta como la primera cualidad de un sacerdote de la Misión.

En julio de 1660 se ve obligado a guardar cama. Toda su vida había sido una persona fuerte y robusta; el típico campesino de pequeña estatura -media 1 metro y 62 centímetros-, poseía una enorme resistencia, como si estuviera hecho de cal y canto. Entre julio y septiembre de 1644 se teme por su vida, pero sale bien, aunque se le prohibe montar a caballo; tenía las piernas inflamadas y tenía que caminar con un bastón. En el invierno de 1658 y 1660 el frío vuelve a abrir las llagas de sus piernas y poco a poco, se ve forzado a permanecer inmóvil. Se queda en Saint-Lañare, en medio de los pobres.

Su corazón y su espíritu se mantiene totalmente despiertos, pero en septiembre las piernas vuelven a supurar y el estómago no admite ya el menor alimento. El 26 de septiembre, domingo, le llevan a la capilla, donde asiste a Misa y recibe comunión. Por la tarde se encuentra totalmente lúcido cuando se le administra la extremaunción; a la una de la mañana bendice por última vez a los sacerdotes de la Misión, a las Hijas de la Caridad, a los niños abandonados y a todos los pobres. Esta sentado en su silla, vestido y cerca del fuego. Así es como muere el 27 de septiembre de 1660, poco antes de las cuatro de la mañana, a la hora que solía levantarse para servir a Dios y a los pobres. Multitudes habían conocido los beneficios de su caridad.

San Vicente fue consejero de gobernantes y verdadero amigo de los pobres. "Monsieur Vincent", como se le llamaba, estimulaba y guiaba la actividad de Francia en favor de todas las pobrezas: envió misioneros a Italia, Irlanda, Escocia, Túnez, Argel, Madagascar, así como a Polonia donde luego fueron las Hijas de la Caridad. Se rodeó de numerosos colaboradores, sacerdotes y seglares y, en nombre de Jesucristo, los puso al servicio de los que sufren.

Fue proclamado santo por el Papa Clemente XII, el 16 de junio de 1737. Su fiesta se celebra el 27 de septiembre. En 1712, 52 años más tarde su cuerpo fue exhumado por el Arzobispo de París, dos obispos, dos promotores de la fe, un doctor, un cirujano y un número de sacerdotes de su orden, incluyendo al Superior General, Fr. Bonnet.

"Cuando abrieron la tumba todo estaba igual que cuando se depositó. Solamente en los ojos y nariz se veía algo de deterioro. Se le contaban 18 dientes. Su cuerpo no había sido movido, se veía que estaba entero y que la sotana no estaba nada dañada. No se sentía ningún olor y los doctores testificaron que el cuerpo no había podido ser preservado por tanto tiempo por medios naturales.

Pensamientos

1."Por consiguiente, debe vaciarse de sí mismo para revestirse de Jesucristo"

2."No me basta con amar a Dios, si no lo ama mi prójimo"

3."¡Cómo! ¡Ser cristiano y ver afligido a un hermano, sin llorar con él ni sentirse enfermo con él! Eso es no tener caridad; es ser cristiano en pintura.

4."Si se invoca a la Madre de Dios y se la toma como Patrona en las cosas importantes, no puede ocurrir sino que todo vaya bien y redunde en gloria del buen Jesús, su Hijo..." (San Vicente de Paúl)

5."No puede haber caridad si no va acompañada de justicia" (San Vicente de Paúl)

6."Nada mas grande que un sacerdote a quien Dios de todo poder sobre su Cuerpo natural y su Cuerpo místico". (San Vicente de Paúl)



Fuente: corazones.org  y  ACI prensa . com