sábado, 7 de mayo de 2011

LECTURAS DE LA MISA DEL DIA DOMINGO 8 DE MAYO DE 2011


LECTURAS DEL DOMINGO 8 DE MAYO DE 2011

DOMINGO TERCERO DE PASCUA

No era posible que la muerte
tuviera dominio sobre Él.



Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22-33

El día de Pentecostés, Pedro, poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo:
«Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido.
A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan ya la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre Él.
En efecto, refiriéndose a Él, dijo David:
Veía sin cesar al Señor delante de mí,
porque Él está a mi derecha para que yo no vacile.
Por eso se alegra mi corazón
y mi lengua canta llena de gozo.
También mi cuerpo descansará en la esperanza,
porque Tú no entregarás mi alma al Abismo,
ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción.
Tú me has hecho conocer los caminos de la vida
y me llenarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, El recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen».

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL  15, 1- 2a. 5. 7 -11

R.    Señor, me harás conocer el camino de la vida.

Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Señor, Tú eres mi bien».
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡Tú decides mi suerte!  R.

Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
Él está a mi lado, nunca vacilaré.  R.

Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.  R.

Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna
a tu derecha.  R.


Ustedes fueron rescatados con la sangre preciosa de Cristo,
el Cordero sin mancha


Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro 1, 17-21

Queridos hermanos:
Ya que ustedes llaman Padre a Aquél que, sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno según sus obras, vivan en el temor mientras están de paso en este mundo.
Ustedes saben que «fueron rescatados» de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto, predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes.
Por Él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios.

Palabra de Dios.


EVANGELIO

Lo reconocieron al partir el pan



Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas  24, 13-35

El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?»
Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!»
«¿Qué cosa?», les preguntó.
Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado, a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera El quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que Él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a Él no lo vieron».
Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?» y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba».
Él entró y se quedó con ellos. y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero Él había desaparecido de su vista.
Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!»
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

 Reflexión


EL ENCUENTRO CON JESÚS NOS TRANSFORMA
1.- Hoy la Palabra de Dios nos asegura que Jesús está vivo y continúa siendo el centro sobre el cual se construye la comunidad de los discípulos. Pedro afirma en el discurso del día de Pentecostés que “Dios lo resucitó”, y lo reafirma en su carta: “lo resucitó y le dio gloria”. Desde entonces sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza, Alguien que no puede fallarnos, pues ha vencido a la misma muerte. El evangelio de los discípulos de Emaús subraya que es en el encuentro comunitario, en el diálogo con los hermanos que comparten la misma fe, en la escucha comunitaria de la Palabra de Dios, en el amor compartido en gestos de fraternidad y de servicio cuando los discípulos pueden realizar la experiencia del encuentro con Jesús resucitado.
2.- Se nos hace de noche. Los discípulos, cargados de tristes pensamientos, no imaginaban que aquel desconocido fuese precisamente su Maestro, ya resucitado. Se les había “hecho de noche”. También a nosotros a veces “se nos hace de noche”. Cuando no sabemos qué camino tomar, cuando nos encontramos solos y desanimados, cuando todo se nos vuelve en contra, cuando estamos desanimados, cuando llega la enfermedad…. Tomaron el camino equivocado, abandonaron la comunidad. Todo lo que Jesús había dicho y había hecho se había acabado con su muerte. Volvían, desanimados, a su lugar de origen. Una tentación que todos tenemos es abandonar la comunidad como ellos hicieron, es decir aislarnos y rechazar todo consejo y apoyo. No comprendemos que en esos momentos es cuando más necesitamos ayuda de los hermanos.
3.- Jesús sale a su encuentro, se hace el encontradizo. Se solidariza con su dolor y trata de darles una palabra de aliento. Les explica todo lo que decían de El las Escrituras, pero ellos no le entendieron. Tardaron en descubrir su presencia en la Palabra, hasta que sintieron «arder» su corazón. La luz de la Palabra disipaba la dureza de su corazón y «sus ojos se abrieron». Pero sobre todo, “lo reconocieron al partir el pan” en la mesa de la fraternidad. El icono de los discípulos de Emaús nos sirve para guiar el largo camino de nuestras dudas, inquietudes y a veces amargas desilusiones. Jesucristo sigue siendo nuestro compañero para introducirnos, con la interpretación de las Escrituras, en la comprensión de los misterios de Dios. Cuando el encuentro se vuelve pleno, la luz de la Palabra sigue a la luz que brota del «Pan de vida», por el cual Cristo cumple de modo supremo su promesa de «yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». El Papa Benedicto XVI explica que «el anuncio de la Resurrección del Señor ilumina las zonas oscuras del mundo en el que vivimos».
4.- Volvieron a la comunidad. Caminemos con la esperanza que nos da el hecho de saber que el Señor nos ayuda a encontrar sentido a todos los acontecimientos. Sobre todo, en aquellos momentos en que, como los discípulos de Emaús, pasemos por dificultades, contrariedades, desánimos... Ante los diversos acontecimientos, nos conviene saber escuchar su Palabra, que nos llevará a interpretarlos a la luz del proyecto salvador de Dios. Aunque, quizá, a veces, equivocadamente, nos pueda parecer que no nos escucha, Él nunca se olvida de nosotros. Él siempre nos habla. Nos puede faltar la buena disposición para escuchar, meditar y contemplar lo que Él nos quiere decir, pero Jesús siempre nos está esperando y se hace el encontradizo. Hay que descubrirlo... Los discípulos, nos dice el evangelio, volvieron a la comunidad. Es allí, en la escucha de la Palabra y en la comunión del pan único y partido donde se hace presente Jesús.

José María Martín OSA
www.betania.es

TITIRITEROS DE CRISTO
1.- Dicen que esta preciosa escena es un retrato de la situación de aquella incipiente comunidad cristiana. Y yo diría que sigue siendo un retrato de la mayoría de nosotros que no deberíamos llamarnos cristianos si no titiriteros de Cristo.
Estos dos discípulos aunque se sienten pertenecientes a un grupo, por eso hablan de “algunos de los nuestros”, sin embargo, al tiempo se sienten judíos cien por cien y por eso hablan de sus magistrados. Mientras alaban a Jesús de Nazaret, no llegan a declararle Mesías, tan solo “profeta poderoso en obras y palabras”. Al mismo tiempo no critican a “nuestros jefes” que lo mataron.
De Jesús han aprendido el respeto a las mujeres, pero naturalmente no han dado crédito ninguno a lo que han venido diciendo las mujeres de que la sepultura está vacía, “¿qué saben ellas…? Están haciendo títeres en la cuerda floja. Son y no son seguidores de Cristo, como nosotros titiriteros…
2.- Cuantas veces nos sentimos solos en el camino de nuestras vidas, porque hemos emprendido una loca huida sin saber a donde, como los de Emaús. Hombro con hombro caminamos con Él y no lo reconocemos, porque del nacimiento a la muerte hace Él su camino junto al nuestro y camina silencioso y sin ser reconocido… hasta que llega la hora.
Nos dijo que no nos dejará huérfanos, que estará con nosotros hasta el fin de los tiempos y porque no oímos sus pisadas en la arena de nuestra playa creemos que nos ha engañado. Y los que nos estamos engañando somos nosotros porque no le buscamos donde nos prometió que estaría.
3.- Nos dice el Señor, y todos lo decimos que la Sagrada Escritura es su Palabra, es decir que si queremos escuchar su conversación de compañero de nuestras vidas, no tenemos más que buscar en nuestro corazón la onda, la frecuencia, en la que Él está emitiendo su mensaje. Es verdad que a veces nos habla quedito y muy bajo. Y para escucharle tenemos que acallar las ondas de muchas emisoras humanas que interceptan lo que Él nos dice. Pero si queremos podemos oírle.
Dios nunca se impone. Nunca nos habla con sonido estridente de miles de decibelios. Nos habla en el susurro de la brisa de la tarde antes de anochecer. ¿Nos suena la Palabra de Dios? ¿Buscamos siquiera su onda? ¿Tenemos a mano la Biblia ya sobada y sucia de tanto acudir a ella? ¿O ni siquiera en la Misa nos interesa su Palabra o llegamos tarde a oírla? ¿O mientras nos la leen no la escuchamos porque nos hemos entretenido leyendo los avisos de la Hoja Parroquial? Necios y tardos de corazón.
4.- Cuantas veces en el camino nos sentimos sin fuerzas, a punto de tirar la toalla, porque nuestra debilidad nos hace caer siempre en los mismos pecados. ¿Es imposible ser cristianos en el ambiente en que vivimos? ¿Es posible ser deportista una persona que está anémica y con hambre? ¿No será la debilidad de nuestro organismo la que nos impide escuchar la palabra de nuestro compañero de viaje?
Fue en la eucaristía, en el partir el pan, donde los de Emaús reconocieron al Señor, cuando Él ya no estaba visiblemente con ellos. La eucaristía es pan, es fuerza, es alimento, nos lo ha repetido el Señor muchas veces, ¿y nos pasamos años, meses, semanas sin comer y queremos estar fuertes? ¿Si hemos limitado nuestro alimento a los domingos, pretendemos ser fuertes cristianos? Se nos irá la cabeza, iremos dando tumbos, seremos titiriteros, pero nunca cristianos.
5.- Que el Señor nos hable por su Palabra y su Eucaristía a lo hondo del corazón, como a los de Emaús, que sentían arder el corazón cuando el Señor los hablaba. Que nos hable, que nos alimente, que su cercanía nos deje calentar motores para el vuelo o el camino que aun nos quede por hacer.

José María Maruri, SJ
www.betania.es

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